22 de mayo de 2017

PAN


Antes de elaborar pan el hombre se comía el trigo en grano, sin ninguna preparación. Triturado con dos piedras, el resultado era unos granos a medio partir, lo mezclaban con agua y el resultado era una pasta gruesa que cocían entres dos piedras calientes, dando forma de tortas.

Posteriormente amasaban y cocían el pan en casa, no existía la profesión de panadero, eran las mujeres las que lo hacían. Según las tradicionales recetas hebreas, a los panes les añadían manteca de vaca, unto de ganso, huevos y miel. Estos panes no se horneaban se cocían entre discos de bronce.

En la antigua Roma se alimentaban de trigo cocido, tomándolo en papilla, tardaron mucho en adoptar el sistema de panificación practicado por los griegos, sistema que aprendieron de los egipcios. Parece ser que fueron los egipcios los primeros en panificar la harina de trigo.

Los griegos fueron los primeros en utilizar los molinos a brazo y construir hornos. las primeras panaderías que hubo en Roma eran de griegos, que tenían fama de hacer el mejor pan. Más tarde los romanos aprendieron a hacerlo y se constituyeron en gremios. Se les concedían privilegios y facilidades para que no faltara nunca el pan. Los panaderos no tenían vacaciones y tenían que casarse entre ellos, para que los hijos siguieran el oficio de sus padres. La institución de la panadería pasó de Roma a las Galias y de éstas a España.

Alejandro Dumas contó una anécdota sobre el pan:

“Un parisién, hallándose en Alemania, fue invitado a comer en una casa. A las seis se presentó, y vio una mesa lujosamente preparada para doce comensales, llamándole la atención los diminutos pedazos de pan colocados en los cubiertos.

Pasado un cuarto de hora empezó a apretarle el hambre, y, viendo que no acudía nadie, pensó: -Estoy en casa de un amigo, y no creo se moleste porque me coma un pedacito de pan; así podré aguantar un rato, pues no puede tardar en llegar.

Al cabo de un rato: -Voy a comer otro pedacito, y luego otro, y así sucesivamente hasta terminar con todo el que había en la mesa. Cuando llegaron los dueños de la casa les manifestó que era él quien se había comido el pan.

Se sentaron a la mesa y no echándolo de menos, se pasaron perfectamente sin el pan. No así el parisién, que, a pesar de todo el que había comido, ceno opíparamente y hubiese querido más”.

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