COMO MANTENER EL AMOR (SEGÚN OVIDIO)
Publio Ovidio Nasón (43 a. C.-17 d. C.) fue un poeta romano.
Sus obras más conocidas son “Arte de amar” y “Las metamorfosis”, las dos
escritas en verso. El arte de amar es un poema didáctico que consta de tres
libros o cantos en los que da muchos consejos sobre las relaciones amorosas;
donde encontrar mujeres, como recuperar un amor, como piropearlas, etc.
Ovidio en el libro III de su “Ars amatoria”, nos enseña cómo
mantener el amor.
“No es menor la virtud de preservar lo conseguido que la de
obtenerlo. Aquí consideraremos la importancia del buen carácter, la educación y
la formación, la delicadeza, el cariño y la dulzura.
Para ser amados debemos ser amables. Esto no nos lo darán ni
el rostro ni la hermosura y, a fin de retener a nuestra amada, hemos de unir a
las bondades físicas los recursos del ingenio. La belleza es un bien pasajero y
por eso hemos de buscar desde el principio una forma de ser más perdurable.
Hemos de adquirir una formación sólida y hacer por cultivarnos. Ulises no era
hermoso pero abrasaba con su elocuencia.
El amor se ha de alimentar con tiernas palabras. Una
habilidosa dulzura cautiva especialmente a los corazones. Con gestos y palabras
delicados conseguiremos que nuestra amada sea alegre de nuestra presencia. Y si
esto no da resultado, lo que hay que hacer es insistir.
Es importante cuidar los detalles, tal vez abrirle el paso
entre la multitud o sostenerle la sombrilla, atarle la sandalia o sujetarle el
espejo. El amor odia a los perezosos y ahuyenta a los cobardes. Los regalos no
hace falta que resulten costosos pero siempre han de ser apropiados”.
Ovidio reconoce que el que se puede permitir hacer grandes
regalos no está muy necesitado de sus consejos.
Sigue diciendo: “También existen jóvenes cultivadas, aunque
pocas, y otras que aspiran a serlo, a las que es recomendable elogiar con
poemas. Para ellas, un poema escrito en su honor será como un pequeño regalo.
Hay que hacer que piense que nos maravilla su hermosura: si su peinado es a
rayas, alabaremos las rayas. Alabemos sus brazos cuando baile, su voz cuando
cante. Hay que hacer lo posible por no parecer que fingimos pues el artificio
resulta ventajoso si no se descubre, pero si se descubre arruina con razón la
confianza”.
Ovidio cree que mientras es reciente, el amor vacila; con la
costumbre redobla sus fuerzas y, si se alimenta adecuadamente con el tiempo
será sólido.
Dice: “Haz que se acostumbre a ti, nada más importante que
la costumbre. Mientras la consigues, no evites tú incomodidad alguna. Que te
vea siempre, que a ti siempre te preste oídos, que el día y la noche le
muestren tu rostro. Uno se puede permitir que su amada lo eche de menos, pero
el plazo seguro es el breve pues con el tiempo la nostalgia se modera y el amor
que está ausente se desvanece”.
Ovidio reconoce que puede no bastar con el goce de una única
chica, pero advierte que el desliz debe quedar oculto, pues ni la fiera más
feroz resulta tan cruel como lo es la mujer con la amante que ha sorprendido en
el lecho de su esposo, y añade que no debe el hombre buscar gloria en nuestra
propia falta. Recomienda que, si se descubre uno de los escarceos, aunque sea
evidente, se debe negar.
Continúa: “Si nuestra amada llora, le daremos besos y los
placeres de Venus, pues así se diluirá la ira y reinará la paz. La discreción.
La discreción es una virtud muy importante, cuesta poco
guardar algo en secreto, pero en cambio resulta grave la alta de decir lo que
se debe callar. Además no debemos echarles en cara a las muchachas sus defectos
y es lícito referirse a ellos con atenuantes. Así que llamaremos rellena a la
que es gorda o grácil a la que está flaca, y es conveniente ocultar un defecto
mencionando una cualidad positiva.
No hay que preguntarle a una mujer los años, especialmente
si ha pasado la flor de la edad. Las féminas maduras tienen más juicio y pueden
reponer el paso de los años con refinamiento y no parecer viejas.
Si quieres practicar el amor en mil posturas, ellas saben
más que un manual y con ellas se siente un placer no provocado. No hay que
apresurar el placer de Venus. Cuando uno encuentre el lugar que a la mujer le
gusta que le toquen, que no te impida el pudor hacerlo. Verás entonces sus ojos
brillar con un trémulo fulgor y dulces gemidos”.
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