UNA HISTORIA DE SIMBAD EL MARINO
Simbad el Marino no soportaba la vida en la ciudad, por esa
razón cada vez que podía se hacía a la mar. En uno de sus viajes por el mar,
llegó a un islote desconocido, después de dar un paseo, su barco había partido
sin él. Se quedó tranquilamente paseando hasta que llegó a una enorme roca
blanca.
De repente un gran pájaro se posó en la roca. Simbad, en ese
momento, se dio cuenta de que lo que creía una roca, no lo era, era un huevo
gigante, era un huevo de roe. Con ayuda de su turbante se ató a una pata del pájaro
y cuando éste emprendió el vuelo, Simbad pudo volar intentando regresar a su
casa.
Cuando tomó tierra y se desató del ave estaba en un lugar
montañoso y sin ningún signo de vida. Desalentado, miró a su alrededor y vio
que el suelo estaba totalmente cubierto de brillantes, millones de diamantes
esparcidos del tamaño de una sandia. Toda esa riqueza no le servía para nada,
estaba sólo y en un lugar desierto.
De improviso empezó a llover. Lo que caía del cielo no era
agua sino trozos de carne que se insertaban en los diamantes y que los pájaros
recogían para llevarlos volando a otros lugares. Simbad cogió algunos diamantes
y se ató a uno de los trozos de carne. Luego se tumbó en el suelo para disimular
hasta que llegó otro pájaro que lo cogió pensando que era un trozo más de
carne.
Simbad fue elevado al cielo, voló y voló en el pico del
pájaro. El pájaro se posó sobre un árbol para hacer su nido. De repente, oyó el
grito de una persona. Apareció un hombre que consiguió ahuyentar al pájaro y
hablar con Simbad, le contó que era él quien tiraba los trozos de carne para
apoderarse de los diamantes cuando los pájaros volvían a su nido.
Simbad agradecido por el rescate, le regaló al hombre los
diamantes que había cogido. El hombre lo llevó por la ladera de la montaña
hasta la orilla del mar y lo acompañó al puerto para que subiese en al próximo
barco, para volver a su hogar.
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