POBLADO DE DEIR EL-MEDINA
El poblado de Deir El-Medina, bajo el reinado del faraón Ramsés II, albergaba a obreros y artesanos empleados en la construcción de la necrópolis faraónica. A lo largo de cinco calles y en casas escaladas vivían los obreros, todos libres, que se dedicaban a la construcción de los monumentos funerarios. Su alimentación se basaba en pan, carne de buey, ternera, gacela, aves, todo tipo de verduras, vino, leche, cerveza.
Una administración compuesta por dos jefes de los trabajos, un consejo de obreros, escribas y alguaciles, presidía la actividad de unas 120 familias (unas 400 personas). Las actividades eran muy variadas: campesinos, aguadores, dibujantes, pintores, escultores, pajareros, lavanderos. Todos ellos estaban afiliados a cofradías religiosas y celebraban sus fiestas, oficios y procesiones. Los obreros no pagaban impuestos a excepción del impuesto personal, que pagaban todos los egipcios.
Se trabajaba en brigadas a las órdenes de un contramaestre que dirigía y vigilaba la actividad anotando las faltas al trabajo que se producían. Estaban justificadas las ausencias por enfermedad, por celebración de la fiesta de la madre, y por ausencia o discusión con la esposa. Otras ausencias no eran motivos justificados y recibían una sanción. Un tribunal de obreros decidía sobre los litigios que no afectaban a lo criminal, en éstos, la competencia era del tribunal del visir. Las injurias o blasfemias al faraón se castigaban con 100 garrotazos. El acusado podía apelar al faraón en caso de no estar conforme con la sentencia.
A cada brigada se le asignaba un médico que con regularidad acudía de visita al poblado. Los salarios se calculaban sobre la base del valor del grano. El jefe de los obreros percibía un salario de 133 litros de grano de primera calidad y otros 640 litros y pico de otro de segunda calidad; cada obrero cobraba 174,75 litros y 466 litros; el vigilante de los trabajos 88,25 litros y 174,75 litros; el médico 29 litros y 166,5 litros por cada visita realizada, etc.
Estos salarios se pagaban en víveres, cada obrero recibía cada día cerveza, grano, pan, pescado seco y verduras, cada diez días, aceite, ungüentos y perfumes; sandalias y vestidos a medida que los necesitara, y suplementos de carne en los días festivos. Lo que no cobraban en especies, se lo pagaban en cobre. Los escribas de los templos cobraban cinco “deben de cobre” al mes.
Cuando después de la semana normal de ocho días de trabajo, no se descansaban los dos siguientes, o cuando los alojamientos se consideraban inadecuados o insuficientes, había protestas y huelgas.
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