LA FLOR DE LIROLAY (LEYENDA ARGENTINA)
Esta es la historia de un rey ciego que tenía tres hijos.
Una extraña enfermedad le había quitado la vista y a pesar de aplicarle
numerosos remedios y consultar a los sabios más ilustres, no hubo resultados de
mejoría.
Un día llegó a palacio, desde un país lejano, un viejo mago.
Después de observarlo, le dijo que sólo la “flor de lirolay”, aplicada a sus
ojos, le devolvería la visión. Esa flor se abría en tierras muy lejanas y eran
tantas las dificultades del viaje y de la búsqueda que resultaba dificilísimo
conseguirla.
Los hijos del rey se ofrecieron para realizar la búsqueda.
El padre les prometió que el que trajese la flor del lirolay, tendría como
premio ser el próximo soberano del reino. Los tres hermanos partieron juntos.
Llegaron a un lugar en el que se abrían tres caminos y se
separaron, tomando cada cual uno de ellos. Se marcharon con la promesa de
reunirse allí mismo el día en que se cumpliese un año, no importaba el
resultado de la búsqueda.
Llegaron a las puertas de las tierras de la flor del
lirolay, y se sometieron a las duras pruebas exigidas. Ninguno de los dos
hermanos mayores las resistió, y regresaron son haber conseguido la flor. El menor,
que era mucho más valiente que los otros dos, y quería a su padre con devoción,
consiguió la flor. Faltaba muy poco para que terminara el año pactado.
Los tres hermanos llegaron al punto de encuentro. Cuando los
hermanos mayores vieron llegar al pequeño con la flor de lirolay, se sintieron
humillados. La conquista le iba a dar al joven fama de héroe, y además
conseguiría la corona. La envidia hizo que se pusieran de acuerdo para matarlo.
Poco antes de llegar a palacio, se alejaron un poco y
cavaron un hoyo muy profundo. Allí arrojaron al hermano menor, después de quitarle
la flor de lirolay. Cubrieron de tierra el agujero.
Llegaron a palacio presumiendo de su hazaña. El padre se
pasó la flor por los ojos y recobró la vista al instante. Su alegría se
transformó en pena al conocer la noticia de la muerte de su querido hijo.
Del cabello del príncipe enterrado brotó un frondoso
cañaveral. Un pastor que pasaba por allí con su rebaño, cortó una caña para
hacerse una flauta. Cuando el pastor intentó tocar la flauta, ésta dijo:
No me toques, pastorcito,
ni me dejes de tocar;
mis hermanos me mataron
por la flor de lirolay.
La fama de la flauta mágica llegó a oídos del rey que quiso
probarla, sopló, y oyó estas palabras:
No me toques, padre mío,
ni me dejes de tocar;
mis hermanos me mataron
por la flor de lirolay.
Mandó a sus hijos que tocaran la flauta, y se escuchó a la
flauta decir:
No me toquen hermanitos,
ni me dejen de tocar;
porque ustedes me mataron
por la flor de lirolay.
El pastor los llevó al cañaveral donde había cortado la
caña. Cavaron al pie y el príncipe, vivo todavía, salió desprendiéndose de las
raíces. El rey condenó a muerte a sus hijos. El joven príncipe, no sólo los
perdonó, sino que convenció y consiguió que el rey los perdonara.
El joven consiguió ser rey, y su familia y su reino vivieron
largos años de paz y abundancia.
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