9 de septiembre de 2014

ALEJANDRÍA


Alejandría fue fundada por Alejandro Magno en 331 a. C. Se convirtió en la capital del Egipto greco-romano. Decían de ella: “Una larga avenida corta en dos la ciudad, y es una maravilla tanto por sus dimensiones como por su belleza. De una puerta a la otra, mide cuarenta estadios (unos 7 kilómetros), tiene un pletro de ancho (unos 30 metros) y está adornada por construcciones suntuosas, templos y mansiones particulares”

La ciudad estaba dividida en cinco barrios denominados con las cinco primeras letras del alfabeto griego. Los alejandrinos estaban repartidos en función de su clase social y de su origen étnico en cada uno de esos barrios.

El más conocido era el barrio del Delta, donde vivía la comunidad judía de Alejandría, con el paso de los siglos se convirtió en un ghetto. El barrio llamado Basileia o Brwchion albergaba las construcciones más prestigiosas de la ciudad: Palacio, Museo y Biblioteca. 

En el barrio de Rhacotis vivían los inmigrantes de Asia Menor y del Mediterráneo oriental, los campesinos egipcios desertores, en definitiva, en el barrio habitaban todos los desarraigados, los clandestinos. Además de este barrio partían todos los movimientos de agitación popular, las conspiraciones, los motines, y todo lo que enfrentaba al pueblo alejandrino a sus reyes.

Diodoro de Sicilia decía que Alejandría contaba con más de 300.000 hombres libres, y en total los habitantes de la ciudad era de un millón de personas. La población era muy internacional: egipcios, griegos, sirios, judíos, lo que llevaba a veces a enfrentamientos violentos entre ellos.

La gente admiraba la belleza y el lujo de Alejandría, y era elogiada continuamente: “La ciudad es más grande que un continente entero y la cantidad de sus habitantes es superior a un pueblo entero”, dijo un héroe de una novela griega. “Si miraba la ciudad, pensaba que nunca se encontrarían habitantes suficientes para poblarla toda; pero si miraba a los habitantes no podía concebir que existiera una ciudad capaz de contenerlos”, decía Alejandro.

Era muy célebre la ciudad de Canopo, situada a unos veinte kilómetros de Alejandría, esta ciudad constituía una consagración a la fiesta, decían de ella: “Hay una multitud de festejantes que descienden de Alejandría a Canopo por el canal, y hay sobre las barcas mucha gente, hombres y mujeres, que tocan la flauta y bailan sin ningún pudor y con extrema licencia, los habitantes de Canopo han establecido, a lo largo del canal, locales donde todo está dispuesto para la diversión y el placer”.

El espectáculo era extraordinario: barcas amarradas a lo largo del canal, flautistas desnudas, bailarines afeminados (cinaedi). El poeta Propercio, llamaba a Canopo “la prostituida”. Estas diversiones que ofrecía Canopo, contrastaba con los muchos peregrinos enfermos que viajaban a esta ciudad para pedir su curación a los dioses, en el Templo de Serapis.

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