22 de septiembre de 2014

LA FLOR DE LIROLAY (LEYENDA ARGENTINA)


Esta es la historia de un rey ciego que tenía tres hijos. Una extraña enfermedad le había quitado la vista y a pesar de aplicarle numerosos remedios y consultar a los sabios más ilustres, no hubo resultados de mejoría.

Un día llegó a palacio, desde un país lejano, un viejo mago. Después de observarlo, le dijo que sólo la “flor de lirolay”, aplicada a sus ojos, le devolvería la visión. Esa flor se abría en tierras muy lejanas y eran tantas las dificultades del viaje y de la búsqueda que resultaba dificilísimo conseguirla.

Los hijos del rey se ofrecieron para realizar la búsqueda. El padre les prometió que el que trajese la flor del lirolay, tendría como premio ser el próximo soberano del reino. Los tres hermanos partieron juntos.

Llegaron a un lugar en el que se abrían tres caminos y se separaron, tomando cada cual uno de ellos. Se marcharon con la promesa de reunirse allí mismo el día en que se cumpliese un año, no importaba el resultado de la búsqueda.

Llegaron a las puertas de las tierras de la flor del lirolay, y se sometieron a las duras pruebas exigidas. Ninguno de los dos hermanos mayores las resistió, y regresaron son haber conseguido la flor. El menor, que era mucho más valiente que los otros dos, y quería a su padre con devoción, consiguió la flor. Faltaba muy poco para que terminara el año pactado.

Los tres hermanos llegaron al punto de encuentro. Cuando los hermanos mayores vieron llegar al pequeño con la flor de lirolay, se sintieron humillados. La conquista le iba a dar al joven fama de héroe, y además conseguiría la corona. La envidia hizo que se pusieran de acuerdo para matarlo.

Poco antes de llegar a palacio, se alejaron un poco y cavaron un hoyo muy profundo. Allí arrojaron al hermano menor, después de quitarle la flor de lirolay. Cubrieron de tierra el agujero.

Llegaron a palacio presumiendo de su hazaña. El padre se pasó la flor por los ojos y recobró la vista al instante. Su alegría se transformó en pena al conocer la noticia de la muerte de su querido hijo.

Del cabello del príncipe enterrado brotó un frondoso cañaveral. Un pastor que pasaba por allí con su rebaño, cortó una caña para hacerse una flauta. Cuando el pastor intentó tocar la flauta, ésta dijo:

No me toques, pastorcito,
ni me dejes de tocar;
mis hermanos me mataron
por la flor de lirolay.

La fama de la flauta mágica llegó a oídos del rey que quiso probarla, sopló, y oyó estas palabras:

No me toques, padre mío,
ni me dejes de tocar;
mis hermanos me mataron
por la flor de lirolay.

Mandó a sus hijos que tocaran la flauta, y se escuchó a la flauta decir:

No me toquen hermanitos,
ni me dejen de tocar;
porque ustedes me mataron
por la flor de lirolay.

El pastor los llevó al cañaveral donde había cortado la caña. Cavaron al pie y el príncipe, vivo todavía, salió desprendiéndose de las raíces. El rey condenó a muerte a sus hijos. El joven príncipe, no sólo los perdonó, sino que convenció y consiguió que el rey los perdonara.

El joven consiguió ser rey, y su familia y su reino vivieron largos años de paz y abundancia.

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