LA RUTA DE LA SEDA
Entre las clases distinguidas de la Roma Imperial, la seda era uno de los bienes más codiciados. Sus fibras permitían elaborar un tejido de alta calidad y de extraordinaria resistencia. También el hecho de proceder de tierras lejanas, lo convertía en un producto de lujo.
La vía de unión entre el Imperio Romano y esas tierras lejanas es lo que se conoce como la ruta de la seda, que no es más que un conjunto de caminos que unía Oriente y Occidente.
Esta vía comunicaba la capital China de Chang'an y el gran centro político de Occidente Roma.
Estas ciudades estaban separadas por más de 8.000 kilómetros de camino, a más de mil metros de altura, gran parte del recorrido. La trayectoria de la ruta de la seda en la que debía invertirse, si se hacía completa, alrededor de un año, no solo requería resistencia física también suerte, un encuentro con bandidos, podía truncar el negocio e incluso la vida.
La vía terrestre rivalizó con una vía marítima en los primeros siglos de la era cristiana. Esta travesía permitía transportar mayor volumen comercial y requería menos tiempo, pero también tenía sus riesgos como las tormentas y la piratería.
El origen de la producción de la seda se atribuye a Lei Zu, la esposa del Emperador Amarillo, el fundador mítico de la raza china. Lei Zu, vivió casi 3.000 años antes de la era cristiana, y según cuenta la leyenda, que estaba inspeccionando por qué unas moreras del Emperador se habían visto dañadas Lei Zu descubrió a los responsables unos gusanos, al tocar los capullos formados por estos, un hilo de seda se enredó en uno de sus dedos, y lo fue enrollando y así se descubrió la seda.
El secreto de su fabricación no nos llegó hasta el siglo VI d. C., y fueron unos monjes que en su viaje a China trajeron unos gusanos de seda en su maleta.
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