14 de marzo de 2024

LAS CUATROCIENTAS CABEZAS DE AMRÚ (LEYENDA TOLEDANA)

 

En el siglo IX, después de que el califa Al Hakem entrase en Toledo victorioso, designó gobernador a Jussuf, joven vanidoso e inexperto, que con sus abusos consiguió despertar en muy poco tiempo el odio de todos sus gobernados. Hartos, los habitantes de Toledo llegaron a tirar piedras al Alcázar.

Tal era el descontento que los nobles de la ciudad acordaron detener a Jussuf y conducirlo hasta Al Hakem, en Jadraque, con el ruego de que nombrase a otro gobernador. Al Hakem accedió. Su sustituto fue Amrú, padre de Jussuf.

Amrú, estaba muy enfadado con los nobles por el que trato recibido por su hijo, y decidió vengarse. Ocultando su odio para inspirar confianza, esperó para ejecutar su venganza.

El momento llegó cuando Abderramán, hijo e al Hakem, visitó Toledo acompañado de su séquito. El gobernador no solo alojó a Abderramán en las mejores habitaciones  del Alcázar sino que preparó un gran banquete, al que asistirían todas las personas de alta alcurnia de la ciudad.

Al atardecer llegaron los invitados al Alcázar. Todos eran recibidos con gran cortesía, pero una vez cruzadas las puertas, no todos tenían el mismo destino. A unos los conducían a la sal del banquete. Otros, los nobles de Toledo que habían detenido a su hijo, eran llevados con disimulo a los sótanos, donde los degollaban, Nadie se dio cuenta de nada, y a la mañana siguiente Amrú ordenó que ante las puertas del Alcázar se enseñasen las cuatrocientas cabezas decapitadas la noche anterior.

Cuenta la leyenda que la impresión de ver las cuatrocientas cabezas originaron a Abderramán un tic nervioso en un ojo que conservó durante toda su vida.

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