EL NIÑO Y EL ABETO (LEYENDA DE NAVIDAD)
En un remoto pueblo, en Nochebuena, un niño pequeño se adentró
en el bosque buscando un tronco de roble para quemar en la chimenea, como
dictaba la tradición. Tardó más de lo esperado y, cuando se hizo de noche, no pudo
encontrar el camino de regreso a su casa. Además, empezó a nevar.
El niño se asustó mucho y pensó en cómo, en los meses
anteriores, había esperado esa navidad. En el bosque, ahora sin hojas, vio un
árbol verde y se resguardo debajo de él. El árbol era un abeto.
El pequeño, vencido por el sueño y el cansancio, se durmió
acurrucado al pie del tronco y el árbol se movió, bajó sus ramas hasta tocar el
suelo para formar una cueva que protegía al niño de la nieve y el frío.
Por la mañana se despertó, escuchó a lo lejos las voces de los
aldeanos que habían salido a buscarlo. Salió de su refugio y abrazó a sus
salvadores con gran alegría.
Entonces todos se dieron cuenta del maravilloso espectáculo
que se presentaba ante sus ojos: la nieve que había caído por la noche, se
posaba sobre las frondosas ramas, que la planta había doblado hasta el suelo,
formando festones, adornos de cristal que, a la luz del sol, parecían luces
centelleantes, de un esplendor incomparable.
En recuerdo de este hecho, se adoptó el abeto como símbolo
de la Navidad. Desde entonces se adorna y se ilumina en todas las casas.
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