21 de mayo de 2019

EL PICAFLOR (LEYENDA MAPUCHE)



Hace muchos, muchos años, vivían en armonía Painemilla y Painefilu, dos hermosas hermanas. Se separaron porque Painemilla se casó con un príncipe mapuche y se marchó con su amor a tierras extrañas. En seguida quedó embarazada y uno de los sacerdotes de palacio predijo que nacerían un varón y una hembra, ambos con el pelo color oro. Cuando se acercaba el momento del parto Painefilu fue a palacio para acompañar a su hermana.

Todo se complicó por los celos de Painefilu por la vida fácil y llena de comodidades de su hermana, sentía envidia por todo lo suyo, especialmente por el embarazo y por el amor del príncipe hacia su hermana. Disimulaba sus sentimiento pero se sentía herida en lo más profundo de su ser.

El nacimiento de sus sobrinos la enloqueció y fue capaz de hacer creer a su hermana de que había dado a luz una pareja de gatos; mientras, introdujo a los recién nacidos en un cofre y los tiró en un río. Painemilla estaba horrorizada con lo sucedido pues sabía que su marido no la perdonaría jamás. El príncipe, al enterarse, mató a los gatitos y envió a su mujer a una cueva para no verla nunca más. Painefilu siguió viviendo con él.

El cofre con los bebés navegó por el río pero protegido con una espuma de Antü, dios del Sol, le proporcionaba desde el cielo, hasta que fue encontrado por una pareja de ancianos. Cuando éstos abrieron el cofre descubrieron a los hermosos bebés de los que destacaba su pelo de oro. Los ancianos los cuidaron con mucho amor.

En cierta ocasión, el príncipe mapuche paseaba por la orilla del río penando por los acontecimientos vividos y vio a dos jóvenes que jugaban en el bosque. Recordó que podían ser sus hijos y les acarició el pelo, descubriendo el pelo dorado de la profecía de sacerdote.

Por arte de magia se reconocieron los tres. El muchacho acusó a su padre por expulsar a su madre del palacio y le exigió que ella volviera a casa. Painemilla volvió y la familia no se separó jamás.

El castigo a Painefilu fue llevado a cabo por sus sobrinos, que la ataron sentada en una enorme piedra transparente y pidió justicia a Antü. Un rayo cayó sobre Painefilu quedando reducida a cenizas. Un trocito de su corazón no llegó a quemarse, convirtiéndose en colibrí o picaflor, que según los mapuches predice la muerte.

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