VISITA AL ESCORIAL DE MADAME D'AULNOY
Madame D’Aulnoy (1651-1705) fue una escritora francesa, además de ser conocida por sus cuentos de hadas, también lo es por su relato del viaje a España, escrito en 1679.
Esta es la descripción sobre su visita a El Escorial:
“El Escorial está construido en la pendiente de unas rocas, en un sitio desierto, rodeado de montañas. El pueblo está abajo y tiene pocas casas. Casi siempre hace frío allí. Es prodigiosa la extensión de los jardines y del parque. Se encuentran bosques, llanos, una gran casa en medio, donde se alojan los guardas, y todo está lleno de animales feroces y de caza.
Después de haber visto un lugar tan digno de nuestra admiración, partimos todos juntos, y como habíamos pasado por los sitios reales de El Pardo y de la Zarzuela, regresamos por las montañas, cuyo camino es más corto, pero más difícil.
Pasamos por Colmenar y, costeando el riachuelo de Guadarrama, fuimos por Las Rozas y Aravaca hasta Madrid, donde supimos que la servidumbre de la reina iba a partir para ir a esperarla en la frontera. En seguida nos presentamos en palacio para decir adiós a la duquesa de Terranova y a las otras damas, a las cuales el rey las había hecho montar a caballo, para ver de qué manera estarían el día de la entrada. Las puertas y jardines estaban rigurosamente custodiados a causa de esto, y no se permitía entrar allí a ningún hombre.
Las damas jóvenes de palacio tenían apostura bastante gallarda; pero ¡Dios mío, que estantiguas la duquesa de Terranova y Doña María de Alarcón, jefe de las damas jóvenes de la reina! Cada una estaba sobre una mula toda ensortijada y herrada de plata, con una gran manta de terciopelo negro, análoga a la que los médicos de París ponen a sus caballos.
Estas damas, vestidas de viudas, muy feas, con el aspecto severo e imperioso, llevaban puesto un gran sombrero atado con cordones por debajo de la barba, y veinte gentilhombres, que estaban a pie alrededor de ellas, las sujetaban por miedo a que se dejasen caer. Nunca hubieran permitido que las tocases así, a no temer romperse la cabeza; pues aun cuando las damas tienen dos escuderos y éstos las acompañan a todas partes donde van, nunca les dan la mano; marchan a su lado y las presentan con los codos envueltos en sus capas, lo cual hace parecer sus brazos monstruosamente gruesos.
Si al caminar la reina le aconteciera caerse y no estuvieses alrededor suyo sus damas para levantarla, aun cuando hubiera allí cien gentilhombres, se tomaría la pena de levantarse por sí sola o permanecería tirada en el suelo, sin que se atreviera nadie a levantarla.
Pasamos una parte de la tarde viendo a estas damas. El equipaje que han traído es magnífico, pero bastante mal entendido. La duquesa de Terranova lleva ella sola seis literas de terciopelo bordado de diferentes colores, y cuarenta caballos, cuyas gualdrapas son de lo más rico que he visto jamás.
Toda la corte está de regreso, incluso la reina, a la cual vi llegar con el rey en una carroza cuyas cortinillas iban del todo abiertas. Estaba vestida a la española, y no la encontré menos bien en este traje que en el suyo a la francesa. Pero el rey se había vestido a la Schoemberg; éste es el traje de campo de los españoles, y es muy semejante al vestido a la francesa”.
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