TIERRA ALTA Y TIERRA BAJA EN EL ANTIGUO EGIPTO
Los egipcios veían al faraón como un dios, por esa razón él era el único propietario de todas las tierras. Los egipcios dividían las tierras principalmente en dos tipos: las tierras altas y las tierras bajas, según fuesen o no alcanzadas por los canales de riego.
La tierra alta era aquella que, después de la inundación, no podía disponer de un sistema de regadío, lo que no significaba que no fuera productiva, y por ello tasable por el Estado. Así, la proximidad a un canal, acequia, etc., incidía en la valoración de las tierras, también a la hora de establecer los tributos a pagar, ya que estos eran fijados según los rendimientos agrícolas que cada terreno conseguía.
El faraón como propietario de las tierras podía transferir porciones de su propiedad a templos y personas privadas. Estas donaciones reales en el Imperio Antiguo fueron otorgadas a las personas de la familia real, después se extendieron a instituciones religiosas y a personas de confianza del faraón. Estas donaciones reales perduraron durante toda la historia de Egipto. Los principales beneficiaros fueron los templos.
En el Imperio Nuevo el arrendamiento fue el método empleado para la explotación de las tierras. Además de los campesinos y debido a la creciente importancia de la clase militar, el Estado, para asegurarse la prestación de los servicios militares, entregaba a los veteranos lotes de tierra en arrendamiento para que se establecieran en ellas con su familia. Estas tierras pasaban a los hijos a condición de que algún miembro de la familia siempre estuviera a disposición para prestar un servicio militar. Se le entregaban a los soldados entre diez y doce aruras.
En general, las tierras que estaban en arrendamiento eran heredables siempre que el campesino no se viera despojado de ellas por el incumplimiento del contrato. Los contratos se establecían anualmente.
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