11 de septiembre de 2018

HIGIENE DE LOS MONJES EN LA EDAD MEDIA


Gregorio el Magno fue el primer monje que llegó a ser papa y aconsejaba el baño dominical y los baños en general, siempre y cuando no se convirtiesen en un lujo para perder el tiempo. El papa Adriano I recomendó al clero que fuese a los baños todos los jueves, eso sí, debían ir en procesión.

En los monasterios estaba organizado el lavatorio de los monjes, se recomendaba que se bañasen cada semana y que, por lo menos, los sábados se lavasen los pies. El afeitado de la cabeza se hacía cada tres semanas y sus baños consistían en unas tinas de madera de roble o de castaño.

Para el desagüe de las letrinas se usaba el agua de un río o de un torrente, cuyo cauce podía dividirse y correr por debajo del dormitorio del retrete, la enfermería y la cocina. Como no había papel higiénico se utilizaban grandes hojas de los vegetales de la huerta, trozos de tela y en los hogares más ricos, esponjas como los romanos.

En una crónica del monasterio inglés de Durham, de describe el lavatorio y los retretes:

“Dentro del patio del claustro, frente a la puerta de la Casa de los Frailes, había un lavatorio para que los monjes se lavasen la cara y las manos; era redondo, revestido de plomo y todo de mármol, separado de los muros exteriores. Tenía muchos caños de latón, rodeándolo, siete hermosas ventanas labradas en piedra y encima un palomar cubierto de plomo.

Justo al lado este de la puerta del depósito pendía una campana para llamar a los monjes y que viniesen a lavarse antes de comer, y tenían ellos armarios y alacenas a cada lado de la parte exterior de la puerta de la Casa de los Frailes, dentro del claustro, donde guardaban siempre toallas limpias para secarse las manos.

También había un lugar grande, al lado del dormitorio, donde estaba el agua para que los monjes y los novicios se sirvieses de él, llamado retrete. El techo estaba sostenido por dos pilares de piedra. Los asientos y divisiones eran de madera y estaban cerrados por ambos lados para que no se viesen unos a otros cuando estaban en aquel lugar. A cada lado había tantos asientos como ventanitas en el muro que daban luz a dichos asientos”.

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