LA COMETA Y LAS CATARATAS DEL NIÁGARA
Cuando se estaba construyendo el puente colgante sobre el
Niágara, se encontraron con un problema, como lograr extender de un lado al
otro el primer cable a los largo de los acantilados escarpados, poderosos
rápidos y remolinos de viento que obstaculizaban cualquier método convencional.
Theodore G. Hulett, el herrero local, sugirió ofrecer un
premio en efectivo (cinco dólares) a la persona que pudiera volar una cometa
hasta la ribera contraria y que la cuerda de esa cometa les permitiese más
tarde pasar unas cuerdas más gruesas y finalmente el cable.
El concurso tuvo mucho éxito y hubo muchos participantes. Homan
Walsh, de 10 años, lo logró. Lo hizo de la siguiente manera:
Primero tuvo que ir a la parte baja del río y cruzar en
ferry, justo por debajo de las Cataratas del Niágara, ya que los vientos
dominantes provenían del lado canadiense. A continuación, camino las dos millas
a lo largo de la parte superior del acantilado hasta el lugar donde se iba a
construir el puente.
Homan tuvo entonces que esperar un día para que los vientos
disminuyesen. Al día siguiente, con unos vientos perfectos, voló su cometa
llamada “la Unión”. La cometa ascendió y se desvió hacia la otra orilla. En ese
momento Homan sólo tenía que esperar hasta el atardecer, cuando los vientos
disminuyesen y la cometa empezaría a caer.
De esta manera la cometa voló durante todo el día y a media
noche, el viento cesó y la cometa empezó a descender. De repente, notó un
fuerte tirón de la cuerda, la cometa comenzó a tambalearse y Homan se dio cuenta
de que la cuerda la había cortado el borde afilado de las rocas y un trozo de
hielo del barranco.
La mala suerte continuó para Homan que tuvo que quedarse
durante ocho días en el lado canadiense de la ciudad de Clifton, ya que el
ferry no cruzaba el río porque el hielo lo impedía.
Después de ocho días, pudo volver al lado estadounidense,
recuperar su maleta y arreglarla. Se dirigió de nuevo al lado de Canadá, y voló
la cometa a la orilla opuesta. Allí la cogieron y la ataron a un árbol. Eso sucedía
el 30 de enero de 1848. Al día siguiente se colocó un cable más fuerte de
treinta y seis hebras de alambre del número 10.
Ochenta años más tarde, Homan Walsh, que vivía en Lincoln, Nebraska,
contó que el recuerdo más preciado de su vida había sido esa hazaña de su
infancia.
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