WALTER BRYAN EMERY Y LA MALDICIÓN DE LOS FARAONES
El 10 de marzo de 1971, moría también en extrañas circunstancias, el que fue director de las excavaciones de Sakkara desde 1935, Walter Bryan Emery, un inglés que había llegado a arqueólogo por pura casualidad, ya que su profesión era la de ingeniero naval, constructor de máquinas de guerra.
Desde niño se sentía fuertemente atraído por la arqueología, por lo cual volvió a la universidad en 1921, para estudiar esta ciencia. Pero su espíritu inquieto no se ajustaba con el monótono estudio de los numerosos textos, y dos años más tarde dejó esta actividad para marcharse a Luxor con una expedición que patrocinaba Sir Robert Mond.
Descubrió muchas tumbas y, más tarde, se traslado a Nubia desde entonces se dedicó a la Egiptología que en principio no había supuesto para él más que una aventura, hasta que llegó a ser nombrado director de las excavaciones de Sakkara, donde, para empezar, se le encargaron las excavaciones de la I Dinastía, trabajo al que dedicó veinte años, interrumpidos por algunos intervalos de tiempo, como el de la Segunda Guerra Mundial.
A pesar de las interrupciones, el arqueólogo se había acostumbrado a Egipto, hasta el punto que llegó a conseguir un cargo diplomático en El Cairo, con tal de quedarse allí. Logro además que la Universidad de Londres le nombrase Catedrático de Egiptología. A partir de entonces se dedico a dar clases en Londres y las exploraciones de Egipto.
El 10 de marzo de 1971, se encontraba junto al foso de las excavaciones sosteniendo en su mano una estatuilla de la diosa de la Muerte, que medía unos 20 centímetros. Después de mirarla y analizarla durante un buen rato, se encaminó hacia el pueblo, acompañado de su ayudante egipcio, Alí, que fue testigo de su repentino malestar y que luego contó lo sucedido.
Según Alí, cuando él y Emery llegaron a la casa, el profesor fue directamente al lavabo mientras él se dejaba caer en una otomana, agotado por el calor. Unos segundos más tarde oyó un gemido que provenía del lavabo, corrió hacia la puerta y preguntó a Emery si se encontraba mal, pero no respondió.
Entonces abrió la puerta y lo encontró agarrado al lavabo incapaz de moverse, sujetándolo por los hombros lo llevó hacia la otomana y corrió a telefonear para pedir ayuda. Una ambulancia lo traslado al Hospital Británico de El Cairo, donde los médicos diagnosticaron una parálisis de todo el lado derecho y pérdida del habla.
Su esposa, que casi siempre lo acompañaba en sus viajes, permaneció toda la noche junto a su cama, sin apartarse ni un solo momento de su lado. No fue posible hacer nada, al día siguiente falleció Walter B. Emery.
Un día más tarde, el diario Al Abram decía:
“Este extraño suceso nos hace pensar que la legendaria maldición de los faraones ha vuelto a actuar”.
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