CUIDADO PERSONAL EN LA ANTIGÜEDAD
A lo largo de la historia y en casi todas las épocas se han utilizado diferentes métodos para el cuidado personal.
En la Antigua Roma, usaban sustancias como la tiza y el albayalde, que servía para blanquear el rostro. La harina con mantequilla, secaba los granos y las erupciones cutáneas. La piedra pómez mezclada con pipí de niño, blanqueaba los dientes. Arcilla, corteza de limón, y vinagre servía para endurecer los pechos.
Las mujeres de la nobleza egipcia utilizaban todo tipo de desodorantes, aceites corporales, tónicos para el cabello, mascarillas y blanqueadores faciales, cremas antiarrugas, etc. Estos productos estaban elaborados con ingredientes naturales, como harina de avena, habas, miel, arcilla, lodo del Nilo, leche de burra, aceite de palma, almendras, etc.
Durante la Edad Media, se dejó de lado el uso de productos cosméticos, y a partir del Renacimiento volvió con muchísima fuerza.
La duquesa de Alba (la del retrato de Goya en 1797), trataba las arrugas de su cara con una mascarilla hecha con cuatro claras de huevo batidas, añadiendo agua de rosas, se llevaba a ebullición y se espolvoreaba con 15 gr. de polvo de alumbre y 7 gr. de aceite de almendras.
María Antonieta, combatía su acné, con una mascarilla elaborada con leche, limón y brandy, llevado a ebullición. La reina María Estuardo se bañaba en vino. Isabel de Baviera lo hacía en zumo de fresas. El rey Inglés Enrique VI hizo popular una crema perfumada que elaboraban con manzanas y grasa de perro joven.
El barón Dupuytren se aplicaba un crecepelo que en su composición llevaba: 150 gr. de virutas de madera de boj maceradas durante dos semanas en 300 ml. de vodka, añadiéndole 50 dl. de extracto de romero y 13 dl. de extracto de nuez moscada. Se masajeaba con esta mezcla dos veces al día, por la mañana y por la noche.
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