En la India, existe desde
mucho tiempo atrás, un grupo religioso que adoran a la diosa Bachuhara Mata. Este
grupo está compuesto por “ni hombres, ni mujeres” y pertenecen al llamado “tercer
sexo”. Se llaman “Hijras”.
Pertenecientes por su anatomía
al sexo masculino, se someten a castración para ser admitidos en una de las
siete casas de la comunidad Mira.
Los Hijras visten como
mujeres, llevan el pelo largo, se depilan el vello facial en lugar de
afeitarse, adoptan nombres femeninos, se sientan en los trasportes públicos en
sitios reservados exclusivamente para señoras, y han realizado campañas para
que se les reconozca el derecho a ser considerados mujeres en el censo.
Es frecuente que tomen esposos
masculinos ya casados y con hijos para que les ayude económicamente a cambio de
la oportunidad de entregarse a prácticas sexuales de las que sus esposas no
saben nada.
Los Hijras menos
afortunados se ganan la vida con la prostitución. Parte de sus ingresos
procede, también, de la mendicidad, actividad en la que son expertos gracias al
truco de amenazar con levantarse el sari y enseñar los genitales mutilados si
no se les da limosna.
Tradicionalmente los
Hijras obtienen la mayor parte de su sustento haciendo determinados rituales,
normalmente en las ceremonias que acompañan al nacimiento de un varón. Convocado
a la casa del recién nacido, el Hijra toma al bebé, la sostiene en brazos e inicia
una danza en la que inspecciona los genitales del niño, concediendo así
fecundidad, prosperidad y salud al recién nacido y a su familia.
Sobre los Hijras cuenta
la leyenda que, hace más de 20.000 años, el soldado Aravan, hijo de Arjuna, se
lamentaba por morir soltero, el día antes de ir a una batalla. Había prometido
su sangre a los dioses como ofrenda para la victoria y ninguna mujer deseaba
casarse con un hombre que iba a morir.
El dios Krishna escuchó
el lamento y se trasformó en Mohini, una bellísima doncella, para unirse a él. Al
día siguiente Aravan murió y Krishna lloró por él como una viuda.