INFORME DE IPUWET A PEPI II
Los documentos más antiguos sobre profanaciones de tumbas y pirámides se remontan al reinado de Pepi II, hacia el año 2270 a. C., que marca la caída sangrienta del Antiguo Imperio. En esa época Egipto vivió la primera “revolución democrática” de la historia de la humanidad. El pueblo, agotado por el trabajo y las cargas, se sublevó.
Escenas de saqueos, masacres y violaciones se sucedieron en el país. El rey anciano y aislado en medio de funcionarios advenedizos y celosos, ignoraba todo acerca de la descomposición política y social de su reino.
Un funcionario llamado Ipuwet, que no pensaba como los demás, decidió redactar un informe para el anciano Pepi II, con el fin de atraer su atención sobre la situación dramática de Egipto:
“En todas partes –escribe Ipuwet- la sangre brota a oleadas y los muertos son arrojados al Nilo, cuyas aguas, enrojecidas por toda esa sangre, son verdaderamente repugnantes y se vuelven peligrosas para quien la bebe. Puertas, columnas y muros son entregados a las llamas con todas las cosas que contienen las habitaciones.
Cometer actos sacrílegos se ha convertido en una regla de conducta, ahora, los desharrapados están en posesión de objetos preciosos. Así, el hombre que antes no tenía ni, medios para comprarse unas sandalias, dispone de auténticos tesoros. El esclavo luce en su cuello joyas de oro, de plata, turquesas, y adornos de lapislázuli, mientras que las damas de la nobleza van por los caminos, vestidas de harapos y hambrientas. Han sido rebajadas al nivel de los esclavos y los esclavos se han vuelto ricos y poderosos”.
Ipuwet continúa detallando las masacres que ensangrentaban Egipto:
“Yo he asistido personalmente a escenas atroces. Los hijitos fe los príncipes era arrancados a sus madres por individuos que les rompían el cráneo contra los muros. Los guardias encargados e la vigilancia de los caminos, no cumplen sus funciones y los ladrones atacan a los viajeros, a los que despojan y después asesinan.
Los funcionarios y los oficiales son apaleados a golpe de bastón y degollados en las plazas públicas, se les arrebatan sus papiros que son destruidos. Todo hombre está dispuesto a matar a su propio hermano, los escritos de notarios y escribas son arrojados a las llamas.
El trigo muere, sin ser segado, en los campos de las Dos Tierras y el ganado sufre y muere. El hambre hace estragos en todo el país. Los hombres se ven obligados a comer hierba. Las ciudades del Alto Egipto han dejado de pagar sus impuestos”.
Ipuwet aborda, al final de su informe, los actos e violación de sepulturas y saqueos de los lugares de culto. Según el anciano funcionario, los ladrones sacrílegos no respetan más las tumbas que los templos. Los muertos son sacados de sus sarcófagos y arrojados a los caminos, después de haber sido despojados de todos sus ornamentos.
“El ardor de los iconoclastas y los ladrones no conoce límites. En adelante nadie volverá a viajar a Byblos, porque las ofrendas destinadas a las momias les serán arrebatadas. Se han llevado los papiros que se encontraban en la magnífica Sala de Juicios. El lugar secreto ha sido abandonado por los sacerdotes aterrorizados que han emprendido la huida. Las formulas de los encantamientos mágicos han sido divulgadas, en adelante, carecerán de todo poder, puesto que el pueblo las conoce.
El secreto de los embalsamadores ha sido revelado a todos. Las colecciones de las leyes conservadas en la Sala de Juicios han sido desparramadas en el vestíbulo de la entrada e incluso en la calle, donde los hombres las pisotean.
Los pobres tienen, la posibilidad de acceder a la vida divina como el propio faraón, porque el proceso conservado en la Casa de los Treinta ha sido hecho público… Una cosa inaudita se ha producido; los miserables han sacado los cuerpos de los faraones de sus moradas y el lugar secreto de las pirámides ha sido vaciado de todo lo que contenía… ¡Todo se derrumba!”.
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