MESALINA Y SUS LIOS
Cuando Calígula ascendió al trono, Mesalina tenía 17 años, y aún no estaba casada, y eso que era una de las mujeres más deseadas de Roma por su belleza, su doble ascendencia Julia y su patrimonio.
Calígula la entregó en matrimonio a su tío Claudio, no se sabe si por su crueldad o por miedo a que los Julios se mezclaran con otras familias aristocráticas, que hicieran peligrar la continuidad monárquica.
Claudio era un hombre 30 años mayor que ella, tartamudo, y cojo, al que su madre llamaba aborto de la naturaleza. Mesalina se ganó la devoción de su marido, a quien dio dos hijos, Octavia y Tiberio Claudio Germánico.
A pesar del amor de su marido, Mesalina se lanzó a una vida de libertinaje sexual. En 43 d.C., aprovechando la ausencia de su marido por la campaña de Britania, Mesalina dio rienda suelta a su desenfreno.
Citaba a sus amantes en palacio, y obligaba a mujeres de familias prestigiosas a prostituirse en presencia de sus maridos, a cambio de honores y cargos en la ciudad. Obsequiaba con favores a cuantos accedían a sus caprichos y destruía a quienes no se prestaban a ellos.
Juvenal, el poeta, resaltando la insaciable libido y lascivia de Mesalina, relata en una sátira cómo ésta se prostituía en palacio con el sobrenombre de Lycisca. Plinio el Viejo relata que entre sus proezas Mesalina decidió medir sus fuerzas con la más noble y abnegada prostituta, a la que superó, tras entregarse una noche y un día a esta competición, que ganó al vigésimo quinto asalto.
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