EL HOMBRE DE HIELO

Uno de los primeros yacimientos de seres congelados se encontró en 1865. El lugar estaba cerca de Siberia y a unos 200 kilómetros del norte de China.

El caso más relevante de un ser conservado en hielo y encontrado por casualidad es el del cuerpo que recibió el nombre de Ötzi. Se encontró el 19 de septiembre de 1991 en el valle alpino de Ötz, a 3.200 metros de altura en el glaciar de Hauslabjoch. Se trataba de un cuerpo que podía tener hasta cinco mil años de antigüedad.
Se supone que el hombre ascendió al glaciar, que parece que en ese tiempo era considerado una montaña sagrada. Ya en lo alto, fue sorprendido por una tormenta de nieve y frio que hizo que muriera. Falleció con los dientes apretados y los ojos abiertos y secos mirando a lo alto. Aunque la nieve y el hielo lo cubrieron algunas rapaces le picotearon en la espalda y la cabeza.

Se sabe que tenía entre veinte y cuarenta años cuando murió. Murió de frio entre grandes convulsiones, media 1.60 de altura. Había vivido dentro de una cueva en la que se prendían hogueras, ya que sus pulmones contenían carbón.

Presentaba numerosos tatuajes y marcas, un total de 20 eran visibles a simple vista, en un examen más minucioso se descubrieron hasta 57 en total. Las marcas de la piel estaban hechas con orden, entre ellas había algunas con diez rayas bastante uniformes que parece que significaban algo ceremonial o ritual. También tenía una cruz situada detrás de la rodilla que fue hecha con un objeto punzante.

El improvisado ajuar funerario del hombre de hielo era una especie de bolsa de cuero sostenida por un armazón de madera. En el interior llevaba 19 flechas con cabeza de hueso. En otra bolsa más pequeña llevaba unas piedras que parece que eran para prender fuego y un cuchillo de piedra, que tal vez le sirvió para despellejar lo que cazaba. Portaba un arco cuya cuerda era de tendón de un animal y un hacha con un mango de madera.

Ahora está expuesto al público en el Museo de Arqueología del Tirol del Sur, en Bolzano (Italia).