ALOJAMIENTO EN POMPEYA
En el siglo I d.C., la primera imagen que tenían los viajeros antes de llegar a Pompeya por la calzada procedente de Herculano, eran las villas fastuosas como la de Diomedes o la de los Misterios, luego caminaban por la avenida de las tumbas antes de llegar a la puerta de la ciudad.
Como los romanos no permitían los enterramientos dentro de las murallas, las entradas de las ciudades estaban rodeadas por sepulcros, que solían ser gigantescos.
Traspasada esa puerta, si se tenía que buscar un alojamiento se podía escoger entre una pequeña posada adosada a la muralla o un establecimiento más grande y cómodo; “el hospitium de Aulo Cosio Líbano”. Desde la puerta se veía un mostrador de venta de bebidas y comidas, y al fondo un jardín para cenar al aire libre.
Si se quería estar más cerca del foro podía alojarse en el mayor establecimiento de Pompeya, con capacidad para más de 50 huéspedes y toda clase de comodidades.
Este local estaba situado muy cerca de las termas Estabianas y a menos de dos manzanas de la vía de la Abundancia, el centro comercial por excelencia. A muy poca distancia se encontraba el mayor lupanar de la ciudad.
En el caso de que no pudiera pagar este lujoso hospedaje, era posible cruzar la calle e ir al hotel de Sitio, mucho más modesto, pero que lucía un cartel en el que se ofrecía un maravilloso triclinio (comedor de lujo de la casa romana) con tres lechos.
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