EL ESCONDRIJO DEIR EL-BAHARI
En el año 1870, según la tradición, un macho cabrio cayó en un pozo y propicio el descubrimiento del escondrijo Deir el-Bahari.
El dueño del animal, un ladrón de tumbas egipcio llamado Ahmed Abd el-Rassul, bajó a buscarlo y se encontró con los tesoros que aparecieron ante sus ojos; Ushebtis, vasos canopos y ataúdes reales con las momias de importantes faraones, como la de Tutmosis III o las de Ramsés II y su padre, Seti I.
El hecho de que la familia de Abd el-Rassul empezó a vivir confortablemente durante los años siguientes al descubrimiento y la cantidad de objetos que iban llegando a los mercados de antigüedades llamó la atención de las autoridades, que interrogaron a Ahmed y a sus hermanos, Hussein y Muhammad.
El primero fue puesto en libertad por falta de pruebas y del segundo nunca más se volvió a tener noticias. El hermano mayor de Ahmed, Muhammad fue más inteligente que los demás y reclamó la recompensa que se ofrecía por este tipo de hallazgo.
El egiptólogo Émile Brugsch, ayudante en el Museo de Bulaq, fue el encargado de desenterrar unas cuarenta momias reales, y otras que no lo eran, y sus ataúdes, así como unos cinco mil novecientos objetos.
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