RITUAL FUNERARIO DE LOS IBEROS
El conjunto de ceremonias que componían el ritual funerario de los iberos, quedaba reservado a las personas perteneciente a la élite dirigente, y que tenían derecho a recibir tratamiento honorifico de sus restos mortales.
El ritual, que significaba una regeneración en la vida de ultratumba, se iniciaba con la exposición del cadáver antes de ser trasladado a la necrópolis, parece ser que en un carro.
El cortejo lo encabezaban las plañideras profesionales y los músicos que tocaban una flauta doble, con el fin de llamar la atención de las divinidades infernales sobre el difunto.
A continuación se procedía a la cremación del cadáver, que era sustraído de este modo a través de la descomposición y purificado, a través de su conversión en humo que ascendía a la bóveda celeste.
Tras la incineración del cuerpo se apagaban las brasas con sustancias, puede que con vino, y se recuperaban los restos del difunto, para proceder a su purificación mediante el lavado, tras esto eran depositados en una urna sepulcral envueltos en un sudario.
Más tarde tenía lugar el banquete funerario en el que tanto los invitados humanos como los divinos compartían los alimentos, unos de forma física y otros a través del humo. Se concluía la ceremonia con el vertido ritual del vino sobrante sobre la tierra como alimento de las divinidades infernales, y con la rotura y cremación de los vasos cerámicos empleados.
Otro rito habitual era el de la amortización, o inutilización de las armas del difunto y que eran dobladas y quemadas en la pira.
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