15 de enero de 2010

CAUTIVOS CRISTIANOS

El cautiverio se convirtió en una actividad cotidiana en los pueblos y ciudades de España en el siglo XVI de los Reyes. Mucha gente vivía a la espera de que sus familiares cautivos regresaran.

La entrada en cautiverio se producía cuando los corsarios berberiscos apresaban una nave cristiana o atacaban una localidad costera. También eran apresados algunos soldados.

Durante siglos se mantuvo el pensamiento medieval del cautivo como un prisionero de guerra que pertenecía al captor, esperando éste a que alguien comprara su libertad mediante el pago de un rescate. Una vez que se entraba en cautiverio, se perdía la libertad y se entraba en estado de esclavitud.

El cautivo podía escoger entre exigir un rescate o conservar al cautivo a su servicio, esto solía suceder cuando el preso tenía un oficio (médico, carpintero, pintor, etc.)

Existía la posibilidad de vender al cautivo en alguno de los mercados de esclavos, si se obtenía un buen precio, la ganancia resultaba más rápida. Los más “guapos” tenían asegurado un puesto como esclavos en los baños públicos.

Los cautivos se distinguían del resto por las marcas en el cráneo rapado y la barba rasurada, lo que dificultaba su huida y evidenciaba su condición.

El hambre, los azotes, el exceso de trabajo, la sed, formaba parte de la vida de los cautivos. Se formaron órdenes rescatadoras como la de los Trinitarios y la de los Mercedarios que velaban por el retorno y la liberación de los cristianos cautivos, y la monarquía hispánica hizo de estos monjes sus mediadores oficiales.

Estos monjes se encargaban tanto de las negociaciones del rescate como de la recaudación de los fondos necesarios. Movilizaban a la comunidad cristiana con sermones, procesiones y exageraciones del trato al cautivo.

Una vez conseguidos los fondos se organizaba la expedición redentora. Muy pocos eran los cautivos que se beneficiaban de estos rescates. El resto se veía obligado a convertirse al Islam, otros se costeaban su propia libertad haciendo pactos con sus amos, y algunos se acostumbraban a su situación. La salida más peligrosa por la que algunos optaban era la huida.

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