EL MARQUÉS DE SADE
Domiciano Alfonso Francisco (1740-1814), conocido por el
marqués de Sade (en realidad era conde) procedía de la antigua nobleza, un
antepasado suyo era Hugo Sade, esposo de Laura de Noves, el amor al que
Petrarca cantaba.
Domiciano entró, siendo joven, a servir en el ejército,
combatiendo en la guerra de los Siete Años. Desde siempre había mostrado su
desequilibrio sexual. En 1763, Juana Tertard, una prostituta, le acusó de
vejaciones, azotes y martirios. También la obligó a pisotear un crucifijo.
En el año 1766 se casó con Renée-Pelagie de Montreuil, una
muchacha de rancia familia y con muchas influencias en la corte. Gracias a ella
sólo fue condenado a quince días de cárcel, por los problemas con Juana, la
prostituta. Su matrimonio no hizo que su pasión frenética cesara, era tan
grande que hasta en los burdeles no le querían como cliente.
El domingo de Pascua de 1768 una mendiga que, accedió a las
rarezas de Sade por dinero, fue azotada con un látigo de nudos, que le causó
heridas muy graves. Él sádico no se detuvo hasta que, al final escuchando los
gritos de la mendiga sintió un orgasmo.
Puede que esa misma mujer, o una llamada Laura de Lauris le
contagiaron la sífilis, eso hizo que se volviera más loco aún. Lo encerraron
varias veces, y siempre que salía organizaba unas orgías para celebrarlo, eso
le llevaba de nuevo a prisión.
En Marsella organizó un escándalo acompañado por otros
depravados como él y cinco prostitutas: Mariette Bovelly, de veinticinco años;
Mariannette Laugin de Veinte; Rose Corte, de veinte; Marianne Laverne, de
dieciocho, y Margueritte Costa, de veinticinco.
Después de una opípara cena, regado con buenos vinos, les
sirvió como postre a las chicas unos bombones rellenos de cantáridas (insectos
de la familia del escarabajo, de color verde metálico, que vive en las ramas de
los tilos y los fresnos, es afrodisiaco, picante, irritante), lo que provocó en
las muchachas, además de una gran excitación sexual, una enorme intoxicación
que las llevó al hospital.
Las chicas lo denunciaron y él huyó a Italia, cuando regresó
fue de nuevo encarcelado. Su esposa lo quería con locura, y siempre lo ayudó y
le protegió, fue buena esposa y madre, y procuro apartar a sus niños de los
escándalos de su padre.
Al final fue encerrado en el manicomio de Charenton, donde
escribió parte de sus obras y algunas obras de teatro. A los setenta y dos años
tuvo a su última amante, Madeleine Leclerc, de quince años de edad, a la que
conoció en el sanatorio mental.
Murió el 2 de diciembre de 1814. El título nobiliario no fue
llevado por sus descendientes, que no querían escándalos. En 1960 el título fue
reivindicado por uno de sus sucesores.
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