BALAIXA (LEYENDA BALEAR)
Una calle estrecha cerca de la escalinata del Calvario de
Pollença (Mallorca), lleva en un azulejo el nombre de la protagonista de esta
historia: Balaixa.
Balaixa era muy bella, con la hermosura que le daban sus
rasgos sarracenos. Era totalmente sumisa a su padre, el moro Algatzení, que
consciente del poder que ejercía sobre su hija, soñaba con casarla con algún
rico terrateniente.
Las posesiones de Algatzení y Beni-Gigar (hoy fincas Ca’n Guilló y Son March), no estaban lejos
pero las separaba la enemistad de sus propietarios, que venía de tiempo atrás, y
por mucho que pasaban los años no se arreglaba.
Ben-Nassar, sucesor y heredero de los Beni-Gigar, estaba
enamorado de Balaixa y la hermosa le correspondía. El padre de la muchacha no
lo aceptaba y la castigó encerrándola y prohibiéndole volver a ver al joven.
Balaixa, no pudiendo resistir esa prohibición, pero al mismo
tiempo no queriendo faltar a su padre, se sumió en una gran tristeza, en su
cara se reflejaba el dolor. Suplicaba a su padre que la dejase unirse a Ben-Nassar.
El padre, no quiso cargar para siempre con la
responsabilidad de la desesperación de su hija, así que, tramó un plan sabiendo
que el muchacho no podría conseguir la petición que pensaba solicitarle; debía
ofrecer a Balaixa un ramo de flores de almendro antes de que apareciese la
próxima luna nueva.
Balaixa se encamino a casa de Beni-Gigar a contarle a
Ben-Nassar la petición de su padre. La alegría por ver a su amada y poder
besarla y abrazarla, se esfumó cuando ella le contó la condición de su padre
para poder casarse. Los almendros estaban cargados de hojas verdes, y era
imposible ver ni una sola flor en sus desnudas ramas.
Balaixa pasó la noche llorando, ni las caricias del joven la
consolaban. Lloraba y sus lágrimas las bebía la seca tierra del viejo almendro
en cuyo tronco estaban recostados. Lagrimas de dolor, de rabia y de pena que
llegaron a las raíces del árbol y se convirtieron por un milagro de amor, en
una aparición de flores, no blancas como las que normalmente tienen los
almendros, tenían una pincelada rosa en cada uno de sus pétalos.
Todavía hoy, las ancianas del Pollença cuentan este final
para esta historia:
Balaixa y Ben-Nassar vivieron juntos en una larga felicidad
llegando a ver la conquista de Mallorca por las tropas de Jaime I, abrazaron la
nueva fe en compañía de sus hijos. Su vida transcurría feliz, hasta que un día
un sarraceno huido, envidioso de la felicidad de la pareja, encontró a Balaixa
sola en la finca, y la asesinó.
Su cuerpo quedó tendido bajo los almendros de Beni-Gigar, en
cuyas ramas asomaban unas flores blancas y rosadas.
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