6 de octubre de 2012

BALAIXA (LEYENDA BALEAR)



Una calle estrecha cerca de la escalinata del Calvario de Pollença (Mallorca), lleva en un azulejo el nombre de la protagonista de esta historia: Balaixa.

Balaixa era muy bella, con la hermosura que le daban sus rasgos sarracenos. Era totalmente sumisa a su padre, el moro Algatzení, que consciente del poder que ejercía sobre su hija, soñaba con casarla con algún rico terrateniente.

Las posesiones de Algatzení y Beni-Gigar (hoy fincas  Ca’n Guilló y Son March), no estaban lejos pero las separaba la enemistad de sus propietarios, que venía de tiempo atrás, y por mucho que pasaban los años no se arreglaba.

Ben-Nassar, sucesor y heredero de los Beni-Gigar, estaba enamorado de Balaixa y la hermosa le correspondía. El padre de la muchacha no lo aceptaba y la castigó encerrándola y prohibiéndole volver a ver al joven.

Balaixa, no pudiendo resistir esa prohibición, pero al mismo tiempo no queriendo faltar a su padre, se sumió en una gran tristeza, en su cara se reflejaba el dolor. Suplicaba a su padre que la dejase unirse a Ben-Nassar.

El padre, no quiso cargar para siempre con la responsabilidad de la desesperación de su hija, así que, tramó un plan sabiendo que el muchacho no podría conseguir la petición que pensaba solicitarle; debía ofrecer a Balaixa un ramo de flores de almendro antes de que apareciese la próxima luna nueva.

Balaixa se encamino a casa de Beni-Gigar a contarle a Ben-Nassar la petición de su padre. La alegría por ver a su amada y poder besarla y abrazarla, se esfumó cuando ella le contó la condición de su padre para poder casarse. Los almendros estaban cargados de hojas verdes, y era imposible ver ni una sola flor en sus desnudas ramas.

Balaixa pasó la noche llorando, ni las caricias del joven la consolaban. Lloraba y sus lágrimas las bebía la seca tierra del viejo almendro en cuyo tronco estaban recostados. Lagrimas de dolor, de rabia y de pena que llegaron a las raíces del árbol y se convirtieron por un milagro de amor, en una aparición de flores, no blancas como las que normalmente tienen los almendros, tenían una pincelada rosa en cada uno de sus pétalos.

Todavía hoy, las ancianas del Pollença cuentan este final para esta historia:

Balaixa y Ben-Nassar vivieron juntos en una larga felicidad llegando a ver la conquista de Mallorca por las tropas de Jaime I, abrazaron la nueva fe en compañía de sus hijos. Su vida transcurría feliz, hasta que un día un sarraceno huido, envidioso de la felicidad de la pareja, encontró a Balaixa sola en la finca, y la asesinó.

Su cuerpo quedó tendido bajo los almendros de Beni-Gigar, en cuyas ramas asomaban unas flores blancas y rosadas.

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