MENFIS

Su nombre sagrado era Haitkauptah, “La Ciudad del Castillo de los iguales de ptah”, posible nombre del que derivaron los griegos el de Aigyptos (Egipto).

Existen multitud de leyendas sobre Menfis, la más convincente es la que asegura que fue fundada por el rey Menes, quien reguló el curso del río por medio de un sistema de diques, acondicionando el terreno sobre el que se edificó la nueva ciudad.

Otra hipótesis dice que el origen de la ciudad se debe al faraón de la V dinastía Pepi I, quien la edificó al principio de su reinado, cerca del emplazamiento de su pirámide. Cada faraón al construir su tumba, levantaba una población junto a su lugar de enterramiento, así, a veces se confunden ambos nombres. El de la pirámide era Mennofiru, que significaba Puerto del Bueno.

Menfis llegó a su esplendor durante las dinastías VI,VII y VIII, pero el poder de los príncipes heracleocristianos ocasionó su decandecia hasta que la dinastía XXII trasladó de nuevo allí la capital, compartiendo la capitalidad con Bubastis. Así los reyes la engrandecieron, siendo Ahmosis I quien restauró el gran templo de Ptah, Amenofis IV el que edificó el templo de Atón, y Tutmosis, Seti I, Ramsés II y Shoshenq I quienes dejaron sus huellas a su paso.

Según Diodoro Menfis tenía 15o estadios de perímetro, los cuales llegaban hasta el puerto que poseía en el Nilo. Más tarde, en tiempos de Heródoto, albergó la guarnición persa de Anjtauí, donde estaba el templo de Bast. También fue lugar de sirios, fenicios, asiáticos, griegos, carios y habitantes de Tiro.

La ciudad fue destruida innumerables veces, estuvo a punto de caer en manos de los libios, pero fue defendida por el faraón Meneftah. Una de las etapas de mayor decadencia coincidió con la fundación de alejandría en el 331 a. C.

Cuando Estrabón la visitó, sus palacios estaban arruinados y abandonados. En tiempo de Augusto los pocos templos existentes eran los de Ptah, Apis y una divinidad femenina comparada a la Venus griega.

El verdadero derrumbamiento de la ciudad se produjo con la llegada del ejército árabe, a lo que siguió el expolio de la piedras para la construcción de El Cairo, visibles hoy en día en mezquitas y murallas de la capital egipcia.