COCO

El origen del cocotero es incierto, parece que se sitúa en las islas del Océano Pacífico, desde donde se extendió a Centroamérica y Mar Caribe. Durante el siglo XVI y el siguiente avanzó su cultivo hacia Sudamérica y costas e islas atlánticas. Españoles y portugueses, en sus viajes a América durante los siglos XVI-XVII, introdujeron el coco en el África tropical.

El cocotero era muy apreciado ya que de él se obtenía comida, bebida, madera para construir viviendas y vestuario con los pelos de las capas exteriores.

El coco se utilizó durante mucho tiempo en los hechizos de prosperidad y en rituales protectores. Se cree que esta relacionado con el nombre que se le da en el norte de la India, “Sriphalao” que significa “fruta de Siri” o fruto de la diosa Siri de la prosperidad.

En otras cultura, el coco servía para proteger a los recién nacidos. En Borneo cuando un bebé nacía, los padres llamaban al curandero para que pusiera el alma del niño en un coco, esto servía para que estuviera en algo más duro que su cuerpo hasta que tuviera más edad.

En la isla de Danger se creía que si con la fibra que recubre los cocos se hacía una soga, servía para sujetar el alma.

El coco, gracias a su alto contenido en sales minerales, es bueno para los huesos, uñas y dientes. Aporta magnesio para el buen funcionamiento del intestino, nervios, músculos y mejora el sistema inmune. La fibra ayuda al tránsito intestinal, produce un efecto laxante suave. Mejora la digestión, limpia los tractos urinarios, promueve la producción de semen, ayuda a prevenir la caspa y previene las manchas en la piel, anti-inflamatorio, desinfectante de heridas, quemaduras, tos, fiebre, gripe, bronquitis.