EL FINAL DE MARÍA ANTONIETA
El 3 de julio de 1793 a las nueve de la noche, vestida de luto por la muerte de su marido, María Antonieta fue sorprendida por los enviados del Comité de Salud Pública que venían a llevarse al delfín, con el pretexto de arrancarlo a la educación perjudicial de su madre.
El 1 de agosto de 1793 María Antonieta fue trasladada desde el Temple a la Conciergerie, a la espera de su juicio. Como a los demás presos, se le asignó una habitación pequeña y húmeda, en la que no tenía ninguna intimidad, bajo la vigilancia de los carceleros.
El proceso se resolvió en dos días, el 14 y el 15 de octubre de 1793. La acusación la ejerció Fouquier-Tinville, conocido como “el fiscal de la guillotina”. Tras escuchar cargos, casi todos falsos, los doce jurados populares votaron condenarla a muerte.
Tras conocer la sentencia, pasó su última noche escribiendo una carta a sus fieles y rezando. El 16 de octubre, a las 8 de la mañana, los guardias le anunciaron que debía prepararse. Para suavizar la impresión del pueblo, se le ordenó que se quitase el luto.
A las 11 de la mañana se abrían las puertas de la Conciergerie. El verdugo le había cortado los cabellos y le ató las manos a la espalda. Ella no opuso resistencia a esta humillación, que dejó aturdida a la multitud.
Fue trasladada al lugar de la ejecución en un humilde carro, para no hacer distinciones de clase social. Sentada en el travesaño, la acompañaron el verdugo y un cura fiel a la Revolución al que la reina ignoró. La comitiva llegó al cadalso al mediodía.
Bajó del carro, descendió sin ayuda y subió al patíbulo con valentía y aire sereno. Tras la ejecución, el verdugo mostro su cabeza a la multitud, que reaccionó con aclamaciones por la República y la libertad.
El 1 de agosto de 1793 María Antonieta fue trasladada desde el Temple a la Conciergerie, a la espera de su juicio. Como a los demás presos, se le asignó una habitación pequeña y húmeda, en la que no tenía ninguna intimidad, bajo la vigilancia de los carceleros.
El proceso se resolvió en dos días, el 14 y el 15 de octubre de 1793. La acusación la ejerció Fouquier-Tinville, conocido como “el fiscal de la guillotina”. Tras escuchar cargos, casi todos falsos, los doce jurados populares votaron condenarla a muerte.
Tras conocer la sentencia, pasó su última noche escribiendo una carta a sus fieles y rezando. El 16 de octubre, a las 8 de la mañana, los guardias le anunciaron que debía prepararse. Para suavizar la impresión del pueblo, se le ordenó que se quitase el luto.
A las 11 de la mañana se abrían las puertas de la Conciergerie. El verdugo le había cortado los cabellos y le ató las manos a la espalda. Ella no opuso resistencia a esta humillación, que dejó aturdida a la multitud.
Fue trasladada al lugar de la ejecución en un humilde carro, para no hacer distinciones de clase social. Sentada en el travesaño, la acompañaron el verdugo y un cura fiel a la Revolución al que la reina ignoró. La comitiva llegó al cadalso al mediodía.
Bajó del carro, descendió sin ayuda y subió al patíbulo con valentía y aire sereno. Tras la ejecución, el verdugo mostro su cabeza a la multitud, que reaccionó con aclamaciones por la República y la libertad.
5 comentarios :
La Revolución de 1789, la Noche de San Bartolomé...
Y luego es España la cruel y sanguinaria!!
Enrique malos tiempos. Un beso.
Soy admirador de esta mujer, ni santa ni mala, una humana, cuyo pecado fué, no asumir su responsabilidad de Reina, más sin embargo, su final, fué cruel, se ensañaron con ella, la humillaron hasta mas no poder, su procesos fué doloroso, pero precisamente ese final es que le dio la inmortalidad histórica a Maria Antonieta de Hasburgo Lorena, Archiduquesa de Austria, Delfina, Riena Consorte de Francia y al final de sus dias simple viudad de Luis Capeto. Maria Antonienta fue una mujer, ante tod una mujer...
Aldo Josué lo has resumido muy bien. Gracias por tu visita y tu comentario. Un beso.
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