JEAN ANTHELME BRILLANT-SAVARIN Y SUS INVITADOS
Jean Anthelme Brillat-Savarin (1755-1826) fue uno de los
primeros escritores gastronómicos de la historia. Antes que él sólo se habían
escrito dos libros de cocina, se habían redactado recuerdos sobre gastronomía,
pero no un libro completo dedicado exclusivamente en cocina y comida.
Según él, existían unas “reglas” para quedar muy bien con
nuestros invitados en una comida o cena, estas son algunas de ellas:
Que el número de invitados no exceda de doce, para que la
conversación pueda ser general.
Que se elijan de manera que sus ocupaciones sean variadas,
de gustos análogos y con tales puntos de contacto que no haya precisión de
recurrir a la insoportable formalidad de presentaciones.
Que sea lujoso el alumbrado del comedor, el servicio de
notable limpieza y la atmósfera a la temperatura de trece a dieciséis grados
del termómetro Réamur.
Que los hombres demuestren gracia y talento sin pretensiones
y que las mujeres tengan amabilidad sin coquetería.
Que los manjares se elijan con exquisito cuidado, pero en
número limitado, y que los vinos sean de primera calidad, cada uno según su
clase, de lo mejor que se encuentre.
Que el orden de los primeros sea desde los más substanciosos
hasta los más ligeros; y para los segundos, desde los más transparentes hasta
los de mayor aroma.
Que se coma con movimientos moderados, puesto que la comida
es el último negocio del día; y que se mantengan los convidados como viajeros
que deben llegar juntos al mismo fin.
Que esté quemando el café y que los licores se elijan súper exquisitos.
Que el salón, distinto del comedor, sea bastante espaciosos,
a fin de organizar partidas de juego para los que no puedan prescindir de esto;
y que, no obstante, quede espacio suficiente para los coloquios postmeridianos.
Que permanezcan los convidados detenidos por lo agradable de
la sociedad y que se animen con la esperanza de que no terminará la noche sin
algún regocijo ulterior.
Que no esté demasiado fuerte el té, que las tostadas untadas
de manteca lo sean artísticamente y el ponche preparado con cuidado.
Que la retirada no empiece antes de las once, empero a las doce de la noche que esté todo el mundo en la cama.
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