15 de diciembre de 2007

CULTURA DE CONTRABANDO



El agreste litoral mallorquín, con el paso de los años, cedería el protagonismo de la piratería al contrabando.

El payés de la marina de Llucmajor sentía un verdadero placer en la peligrosa y emocionante tarea de escalar riscos y acantilados con un saco de más de 50 kilos de peso en la espalda y luego, en las largas noches de invierno junto al calor del hogar o en las tertulias de la taberna se ufanaba en el relato de sus aventuras.

Evidentemente, no todo se reducía al espíritu aventurero de un agricultor que, con mucho sudor, apenas sacaba unos kilos de grano de unos terrenos siempre resecos, el contrabando propiciaba unos ingresos inesperados a cambio de unas pocas horas de riesgo. El contrabando procedía de los grandes puertos del Mediterráneo y era frecuente que los tripulantes de las embarcaciones hicieran un pequeño tráfico por su cuenta y riesgo.

Una completa jerga, códigos y señales eran utilizados en las operaciones de desembarco. Antes de arrojar el género, se había convenido con la gente de tierra dos o tres escenarios, por si algo impedía el desembarco en el primero de ellos. Una luz que se movía en tierra era señal de "sucio", no era oportuno el intento. Cuando la embarcación se aproximaba a la costa, "hacía faroles", con el propósito de atraer la vigilancia hacía el lugar que, naturalmente, no era el escogido.

Una vez desembarcada la mercancía, se procedía a transportarla y ocultarla en el sitio apropiado, (cueva, casa de labor o escondrijo), en las cercanías de la costa.  Se trataba de la operación más crítica de todo el proceso en la que debía actuarse con la máxima rapidez y astucia posible. El almacenamiento de la mercancía era tarea reservada a la gente de mayor confianza. El género, a medida de las exigencias del mercado, era distribuido a puntos estratégicos de la Isla y viajaba camuflado con los más variados artificios.

Café y tabaco registrarían el mayor movimiento, sobre todo el rubio americano. Azúcar, en tiempos de escasez, añadiéndose a la lista, aparatos eléctricos, bujías, tocadiscos, mecheros, calculadoras...

2 comentarios :

enrique DICE

Juan March era uno de esos, no?

Ana DICE

Sí y por lo que parece no le fue muy mal ni a él, ni a sus descendientes. Un beso.