19 de julio de 2011

LAS CALAVERAS DE CA'N FITA (LEYENDA BALEAR)


Ca'n Fita era, en aquellos tiempos, una casa importante en Sant Jordi, Eivissa. Había sido ampliada en diferentes ocasiones añadiéndole estancias, además tenía un piso (sa casa alta). Todo el conjunto destacaba desde lejos por su blancura.

A sa casa alta, fue a vivir el hijo mayor desde el mismo día de su boda. Todo hubiera sido de lo más normal, si su mujer no hubiera descubierto la marca de una ventana tapiada, cerca de la cabecera de la cama, empezando a insistir para que se abriera de nuevo.

La ventana estaba tapiada por ambas caras y, por el ruido al golpear el tabique, se notaba que estaba hueca en la parte interior.

El marido la echó abajo sin demasiado esfuerzo. Al retirar los escombros aparecieron dos calaveras que parecían llevar muchos años emparedadas en la ventana.

Después de recuperarse del susto, el marido cogió los dos cráneos, los metió en un saco y se marchó al cementerio dejándolos abandonados junto a una tumba. Por la noche, cenando con la familia, les contaron el macabro hallazgo. El padre miró al hijo y dijo; -No servira de nada, no deberías haber abierto esa ventana.

Desde sa casa alta llegó un ruido extraño como del choque de unos huesos contra la piedra. El hijo se levantó de un salto y corrió escaleras arriba. Todos, alrededor de la mesa, estaban muertos de miedo, menos el anciano padre que, continuaba comiendo una rebanada de pan con queso.

Minutos después el hijo regresó a la cocina. Su mujer gritó y se santiguó. El hombre, con el rostro desencajado, sostenía en las manos las dos calaveras.

El padre dijo; -No debías haberlas alejado de la ventana. Todas las veces que las alejes, volverán. Aunque las entierres, aunque las destroces, aunque las quemes, volverán. Siempre volverán porque la ventana es su sitio y la maldición no las dejara alejarse. El anciano, entonces, empezó a contar la historia de la maldición.

Dos muchachas que, muchos años atrás, vivieron en Ca'n Fita. Nunca querían ayudar a los trabajos de la casa. Se pasaban la vida junto a la ventana, peinándose y mirándose al espejo, esperando la visita de los jóvenes que venían a conquistarlas. La madre insistía en que hicieran algo y ellas le respondían con burlas y desprecios.

Un día la madre, nerviosa, perdió el control y les dijo:
-Así dejarais vuestras cabezas en esa ventana y no pudierais sacarla jamás. A la mañana siguiente la madre y las dos hijas fuero encontradas muertas.

No se sabe, continuó el anciano, como fueron a parar la cabezas allí, ni quién las emparedó. Sólo puedo deciros, y vuestra madre es testigo, que yo también intenté abrir la ventana y hacer desaparecer los cráneos. Fue inútil. Al final, volví a dejarlas donde estaban.

El hijo tapió la ventana, con las calaveras en su interior. Cuentan que durmió allí, junto a ellas, el resto de su vida, y jamás sintió ningún sobresalto.

2 comentarios :

Saturnino José DICE

Una historia tétrica, tal vez para advertir de los peligros de lo que uno dice sin pensar, tal vez para enseñarnos a no temer ciertas cosas ya que, después de todo, conviven tranquilamente con ello.

Ana DICE

Saturnio José, tienes razón, en ocaiones tememos cosas que ni siquiera conocemos y que seguro no tienen ningún peligro. Un beso.