BACANALES
El dios romano Baco, era llamado por los griegos Dionisio,
dios de la viña, el vino y el delirio místico.
Dionisio era hijo de Zeus y Semele, ella era hija de Cadmo y
Harmonía. Semele era una mortal que quedó embarazada de Zeus cuando ella, que
no podía resistir la visión de los relámpagos que rodeaban al dios, cayó
fulminada cuando estaba embarazada de seis meses. Zeus sacó al bebé del seno
materno y se lo cosió al muslo. Al llegar el momento del parto, salió vivo y en
perfecto estado de salud.
Baco o Dionisio tuvo una vida fabulosa, viajó a la India, la
Tracia y casi todos los lugares conocidos por los griegos en la época antigua.
Como era el descubridor de la viña y el vino, en su honor se
celebraban grandes fiestas en Grecia y en Roma. Aunque las griegas eran fiestas
únicamente religiosas, los romanos convirtieron esas fiestas en verdaderas
orgías que derivaron a llamarlas con el nombre de bacanales. Parece ser que fue
un griego, medio sacerdote medio golfo, quien introdujo esas bacanales en la
península itálica.
Las ceremonias tenían lugar de noche y en ella participaban
hombres y mujeres que, homenajeando al dios Baco, consumían grandes cantidades
de vino, y borrachos se entregaban al desenfreno total. Cuentan que además de
desenfreno sexual, se cometían asesinatos.
Desde el principio, los romanos honestos condenaron estas
bacanales. En 186 a. C. hubo una gran represión contra ellas debido a la
denuncia de una cortesana llamada Híspala, esclava liberta que se estaba
iniciando en los ritos báquicos gracias a su ama.
El lugar preferido para las reuniones era un bosque sagrado
cercano a Roma, cerca del puerto de Ostia, en la desembocadura del Tíber. Los
hombres participaban en orgías vestidos como el dios Baco, con la cabeza
coronada de pámpanos y hojas de hiedra.
Las mujeres que participaban en las bacanales se llamaban
bacantes. Iban semidesnudas o cubiertas por velos transparentes con la cabeza
coronada de hiedra y un tirso en la mano, entregándose con los hombres o entre
ellas en múltiples combinaciones eróticas.
En numerosas ocasiones se intentó prohibir, pero fue
imposible. El 16 de marzo se celebraban unas fiestas anuales llamadas Liberalia
o Ludis liberalis, en las que se aceptaba la presencia de público.
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