"La piel en los labios"-Miguel Gane
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SALVANDO VIDAS-3 |
Cuando Galileo era profesor en la Universidad de Padua,
entre los estudiantes estaba Harvey, quien, después de obtener allí su título
de médico en 1602, continuó adelante para ser el fundador de la fisiología
moderna. Fue Harvey quien demostró por primera vez el funcionamiento del
corazón y la circulación completa de la sangre.
Aunque se especializó en higiene, y fue unos de los primeros
que insistía en temas de buena salud más que de buenos modales, el químico Max
Joseph von Pettenkufer rechazó la teoría de los gérmenes causantes de
enfermedades. Dijo que lo demostraría, y lo hizo de manera milagrosa; tragó
deliberadamente un virulento cultivo de bacterias de cólera, el que no
enfermara continúa siendo, siglos después, motivo de asombro.
No solo los animales y las plantas están en proceso de
evolución. También lo están los gérmenes. La difteria, por ejemplo, había sido
una enfermedad benigna antes de 1735, cuando adoptó repentinamente una forma
fatal en una epidemia en Kingston, Nueva Hampshire. Ni una sola de las primeras
40 víctimas se recuperó.
Un tratamiento común para la peste en el siglo XVII
consistió en colocar sobre los carbunchos una polla viva, a la cual le habían
arrancado las plumas de la cola, para que succionara el veneno. Cuando el ave
se infectaba y moría, la sustituían por otra. El tratamiento se repetía, hasta
que la última polla escapaba del contagio, y entonces se pensaba que el
paciente se recuperaría. El tratamiento de la polla viva, introducido por
primera vez en 1603, todavía era común durante la gran peste de 1655 en
Inglaterra.
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INTELIGENCIA MÁXIMA-2 |
El mayor retraso en la concesión de
un Premio Nobel fue el del físico norteamericano Francis Peyton Rous. En 1911
descubrió un virus que causaba una variedad particular de cáncer. No fue hasta
1966, 55 años más tarde, cuando el trabajo fue considerado bastante importante
como para un Premio Nobel. Rous tenía 87 años y seguía trabajando. Murió a los
91 años, trabajando.
Alexander Graham Bell también
estaba interesado en la eugenesia, desarrolló una cepa más prolífica de ovejas.
En 1807, el matemático Johann Karl
Friederich Gauss estaba obsesionado con un problema mientras su esposa estaba
en cama enferma en la planta alta. Cuando el médico le dijo que su esposa se
encontraba agonizante, Gauss lo despidió y, sin alzar la mirada de su problema
murmuró: “Dígale que aguarde un instante hasta que termine”.
El botánico George Washington
Carver, más conocido por su trabajo precursor con cacahuetes, inventó 536
tintes cuando experimentaba con hojas de plantas frutos, tallo y raíces.
Cuarenta y nueve tintes diferentes fueron extraídos solamente de una variedad
de uvas.
El ganador más joven de un Premio
Nobel fue W. L. Brag, de veinticinco años, quien compartió con su padre el
premio de física en 1915 por trabajos que habían hecho sobre la determinación de
la estructura del cristal mediante difracción de rayos X.
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UNA HISTORIA DE MADAME D'AULNOY |
Marie-Catherine le Jumelle de Barnerville, baronesa D’Aulnoy, conocida como Madame D'Aulnoy, (1651-1705) fue una escritora francesa, además de ser conocida por sus cuentos de hadas, también lo es por su relato del viaje a España, escrito en 1679.
Sobre una historia que vivió visitando Madrid, dijo:
Aunque el padre de dicha joven estaba ausente, no disfrutaba
aquélla de mayor libertad, porque su hermano D. Henríquez, a quien su padre se
la había encargado, la vigilaba constantemente. No podía hablar a aquel a quien
amaba, lo que constituía para ella el martirio de sufrir sin quejarse y sin
compartir por lo menos su pena con quien la causaba.
Se resolvió por fin a escribirle y buscar algún medio para
enviarle la carta; pero como este asunto era para ella de suma gravedad,
titubeaba en la elección de una confidente, y estuvo así algún tiempo hasta que
se fijó en una amiga suya que siempre le había demostrado el mayor cariño; sin
más vacilaciones, escribió una carta muy conmovedora al Conde de Castrillo y se
dirigía a casa de su amiga para rogarle que se la diese al caballero, cuando le
vio pasar cerca de su silla.
Este encuentro avivó en ella el deseo que tenía de
comunicarle sus sentimientos, y, resolviéndose de pronto, le arrojó el billete
aparentando que uno acababa de dársele al pasar. —Sabed, caballero, dijo en voz
alta y como enojada, que no consiento que se dirijan a mí con tales
pretensiones. Ahí tenéis vuestro billete, que ni abrirlo quiero.
Sobrado ingenio tenía el Conde para comprender la favorable
intención de la hermosa dama, por lo que recogiendo el papel cuidadosamente. No
os quejaréis, señora, dijo, de que no he aprovechado sus consejos, y se retiró
para leer una carta que tanto placer había de le causaría.
Se informó así de las intenciones de Dª. Clara y de lo que
se necesitaba hacer para verla. A nada faltó y se prendó perdidamente de ella, por
lo que con razón se tuvo por uno de los caballeros más afortunados de España.
Aguardaban con impaciencia el regreso del padre de Dª. Clara para proponerle el
casamiento, que al parecer había de agradarle mucho.
Pero por más precauciones que tomaron los jóvenes amantes
para establecer y que durara un comercio que era la felicidad de su vida, el
suspicaz y vigilantísimo Henríquez descubrió la intriga. La creyó criminal, y
en el arrebato de furia, sin dejar traslucir nada, penetró una noche en la
habitación de la desdichada Dª. Clara, y mientras dormía la estranguló con toda
la barbarie imaginable.
Sin embargo, aunque se conocía al autor de tan malvada
acción, no le persiguió la justicia, porque D. Henríquez tenía gran fama, y
como la pobre joven no tenía otros parientes que los de su hermano, la familia
no quiso aumentar una desgracia de suyo tan enorme. Después de su crimen fingió
Henríquez hacerse muy devoto; no se presentaba en público, oía la misa en su casa
y veía a poquísima gente. Temía que el Conde de Castrillo, que no ocultó su
desesperación, de la cual había dado testimonios patentes, vengase al fin a su
amada.
Buscaba las ocasiones con el mayor cuidado, pero después de intentar
inútilmente todos los medios que pudo discurrir, acertó con uno que le dio buen
éxito. Se disfrazó de aguador.
Éstos cargan un borrico con grandes cántaros de agua que
llevan por la ciudad; van vestidos de bayeta ordinaria, con las piernas al aire
y zapatos o alpargatas. Nuestro amante, disfrazado de esa manera, permanecía
todo el día apoyado en el pilón de una fuente, cuyas aguas aumentaba con sus
abundantes lágrimas, porque dicha fuente estaba enfrente de la casa en que tan
a menudo vio a su querida y hermosa Clara y allí vivía el inhumano Henríquez.
Como el Conde tenía los ojos clavados en la casa, distinguió
que estaba entreabierta una de las ventanas y que su enemigo se acercaba, con
un espejo en la mano en el que se miraba. Al punto, el astuto aguador le arrojó
huesos de cerezas, como en broma, y habiéndole dado algunos en la cara,
ofendido D. Henríquez por la insolencia del que creía mísero aguador,
arrastrado por un movimiento de cólera, bajó solo para castigarle.
Pero apenas bajó a la calle, el Conde, dándose a conocer y
sacando una espada que tenía oculta. —Traidor, exclamó, defiende tu vida. La
sorpresa y el espanto se apoderaron de tal modo de D. Henríquez, que sólo
acertó a pedirle perdón, que no pudo alcanzar del irritado amante, quien vengó
la muerte de su amada en el que tan cruelmente la había hecho perecer. Difícil
le hubiera sido al Conde escapar, habiendo dado tal golpe frente a la casa de
un hombre de viso y que tenía gran número de criados.
Pero en el momento en que todos iban a echarse sobre el Conde, tuvo la fortuna de que pasara el Duque de Uceda con tres amigos. Salieron en seguida de su carroza y le auxiliaron con tanta oportunidad, que se escapó, sin que aún se sepa dónde está. Me intereso porque le conozco y es un hombre honradísimo”.
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EL DESCUIDO DE CHARLES GOODYEAR |
En 1839, en un descuido, el químico Charles Goodyear trataba
de averiguar cómo eliminar la pegajosidad del caucho, en un descuido, dejó caer
unos trozos de ese material mezclado con azufre sobre una estufa encendida.
Al empezar a quemarse el caucho, se dio cuenta de su
descuido, pero observó sorprendido que el caucho no se fundía, sino que solo se
carbonizaba lentamente como si fuese cuero. Inmediatamente clavó el trozo de
caucho medio carbonizado en la parte exterior de la puerta de la cocina de su
casa para que se enfriara con el intenso frío que hacía fuera, olvidándose de
él al rato.
A la mañana siguiente, comprobó con sorpresa que el trozo de
caucho carbonizado se había transformado en un material que conservaba su
flexibilidad y elasticidad, pero ya no era pegajoso.
La conclusión era que agregando azufre al caucho sometiendo
la mezcla a una temperatura mayor que su punto de fusión y enfriándola rápidamente,
se producía una estabilización de las propiedades del caucho que abría muchas
posibilidades de nuevas aplicaciones para este producto que hasta ese momento
solo se utilizaba como goma de borrar.
Como pronto se comprobó, el caucho vulcanizado podía ser
estrado hasta doce veces su tamaño original, sin romperse ni deformarse
irreversiblemente.
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LA MALA PUNTERÍA DE WILLIAM BURROUGHS |
Tres días después de volver de un viaje por Sudamérica, la
esposa del escritor William Burroughs, Joan Wollmer, sostenía en equilibrio un
vaso alto lleno de agua sobre su cabeza mientras su marido le apuntaba con una
pistola.
Cuando William disparó, la bala se dirigió directamente
hacia su esposa, que murió poco tiempo después de una herida en el cráneo, tenía
veintiocho años. Su muerte fue calificada de homicidio involuntario, después de
la investigación realizada por la policía mexicana. El escritor relato varias
versiones muy diferente unas de otras.
En un principio, sostuvo que disparó accidentalmente a su
mujer durante un juego. Después, cambió su relato, puede que, aconsejado por su
abogado mexicano, Bernabé Jurado. En su declaración en el juicio, Burroughs
dijo haber disparado accidentalmente al arma mientras intentaba vendérsela a un
conocido.
Estuvo en la cárcel unas semanas, antes de que su hermano consiguiera su libertad condicional, gastando grandes sumas de dinero en supuestas “costas legales”. Al final, el escritor escapó a Estados Unidos. Juzgado y condenado en ausencia, fue sentenciado por homicidio involuntario a dos años de prisión, en sentencia suspendida.
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LAS CUATROCIENTAS CABEZAS DE AMRÚ (LEYENDA TOLEDANA) |
En el siglo IX, después de que el califa Al Hakem entrase en
Toledo victorioso, designó gobernador a Jussuf, joven vanidoso e inexperto, que
con sus abusos consiguió despertar en muy poco tiempo el odio de todos sus
gobernados. Hartos, los habitantes de Toledo llegaron a tirar piedras al Alcázar.
Tal era el descontento que los nobles de la ciudad acordaron
detener a Jussuf y conducirlo hasta Al Hakem, en Jadraque, con el ruego de que
nombrase a otro gobernador. Al Hakem accedió. Su sustituto fue Amrú, padre de
Jussuf.
Amrú, estaba muy enfadado con los nobles por el que trato
recibido por su hijo, y decidió vengarse. Ocultando su odio para inspirar
confianza, esperó para ejecutar su venganza.
El momento llegó cuando Abderramán, hijo e al Hakem, visitó
Toledo acompañado de su séquito. El gobernador no solo alojó a Abderramán en
las mejores habitaciones del Alcázar
sino que preparó un gran banquete, al que asistirían todas las personas de alta
alcurnia de la ciudad.
Al atardecer llegaron los invitados al Alcázar. Todos eran
recibidos con gran cortesía, pero una vez cruzadas las puertas, no todos tenían
el mismo destino. A unos los conducían a la sal del banquete. Otros, los nobles
de Toledo que habían detenido a su hijo, eran llevados con disimulo a los
sótanos, donde los degollaban, Nadie se dio cuenta de nada, y a la mañana
siguiente Amrú ordenó que ante las puertas del Alcázar se enseñasen las
cuatrocientas cabezas decapitadas la noche anterior.
Cuenta la leyenda que la impresión de ver las cuatrocientas
cabezas originaron a Abderramán un tic nervioso en un ojo que conservó durante
toda su vida.
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EL ASESINO INDISCRETO |
William A. Hightower fue un asesino que el 2 de agosto de
1921 secuestró al sacerdote Patrick E. Heslin (1863-1921), en su casa de las
afueras de San Francisco; más tarde le aplastó el cráneo de un golpe y lo
enterró cerca de la playa de Salada, al lado de una valla publicitaria.
Renunció al rescate, pero quiso cobrar la recompensa que ofrecían por facilitar
información acerca del paradero del sacerdote.
El 10 de agosto William se presentó en casa del arzobispo para informarle de que había encontrado con la bufanda del cura mientras buscaba cosas perdidas en la arena. Según contó a la policía, lo más lógico es que el cadáver se encontrara próximo a la bufanda encontrada, así que se desplazaron hasta el lugar a investigar. Durante todo el trayecto estuvo inventando historias de todo tipo; como que había inventado la ametralladora y un sucedáneo de la fruta confitada.
Al llegar llevó a la policía al sitio exacto donde estaba el cadáver, cogió una pala y se puso a cavar. En un momento dado el comisario O’Brien le dijo: -Tenga cuidado no vaya a lastimarle la cara. William le contesto: -Tranquilo, jefe, he empezado a cavar por el lado de los pies.
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LOS PINGÜINOS Y EL FRÍO |
El pingüino es un animal endotérmico, lo que significa que
tiene sangre caliente. Tiene formas muy inteligentes para regular su temperatura,
conservando energía y evitando congelarse.
Sus plumas son muy numerosas y están colocadas muy juntas,
lo que las convierte en una especie de pelaje. La base de las plumas es
esponjosa para atrapar el aire y mantenerlo cerca de la gruesa piel del animal.
Además, las plumas tienen un recubrimiento de aceite
impermeable generado por una glándula que está cerca de la cola. La gruesa piel
tiene una buena capa de grasas que almacena energía. Los pingüinos se juntan
para conservar el calor; decenas o miles de ellos se apelotonan y se colocan en
el centro por turnos.
El pingüino también puede regular la cantidad de calor que
se conserva o libera. Parte del calor de la sangre que fluye hacia las patas
pasa a la sangre que vuelve al corazón, así evitan que se les congelen los
pies. Cuando quieren refrescarse, dilatan los vasos sanguíneos de la piel, así
el calor pasa a la superficie y sale.
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ARGOS PANOPTES |
Argos Panoptes, personaje de la mitología griega, el que
todo lo ve, el gigante que acabó con el fiero toro que atemorizaba a toda la
Arcadia. Argos estaba despierto y dormido al mismo tiempo, pues tenía cien
ojos, de los que cincuenta se mantenían siempre abiertos y los otros cincuenta
cerrados.
Cuenta la leyenda que Hera le encargó que cuidara a una vaca
blanca, que era en realidad Io, una ninfa sacerdotisa de su templo, amante de
Zeus, a quien el dios supremo había dado esa forma para que la propia Hera no
la descubriera.
Hera ordenó a Argos que vigilara a la vaca para que nadie se
le acercara, y menos aún Zeus, pero este pidió a Hermes que rescatara a la
ninfa. El mentiroso Hermes contó a Argos una aburridísima historia que acabó haciéndole
cerrar los cien ojos, momento que aprovechó para matarlo.
Conmovida, Hera quiso perpetuar los cien ojos de su fiel
guardián y los colocó en las colas de los pavos reales.
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HITLER Y LA ABUELA HA MUERTO |
Cuando Adolf Hitler decidió entrar en Polonia y provocar una
guerra que acabaría con millones de personas, también con la suya, tenía un
plan trazado.
Hitler opinaba que nadie preguntaría al vencedor si dijo la
verdad y pidió que se diseñara una operación falsa que le diera una excusa para
atacar Polonia. El responsable del montaje fue Reinhard Heydrich, que encargó
la operación de la misma a Alfred Naujocks.
El plan era que, después de algunas otras acciones de provocación,
unos alemanes se hicieran pasar por polacos y atacaran una emisora de radio
alemana en Gleiwitz. Maniataron a los empleados de la emisora, y uno de los
soldados que participaba en la operación debía decir unas frases en polaco a
través de la emisora y salir huyendo.
Para darle más veracidad y gravedad, la Gestapo había elegido
a un chico de ascendencia polaca y lo había envenenado, con el objetivo de
dejarlo en la emisora como víctima. Su cadáver sería una de las pruebas de que
el ataque había sido realizado por polacos.
El chico se llamaba Franciszek Honiok y se puede considerar la primera víctima mortal de la Segunda Guerra Mundial. La noche del 31 de agosto al 1 de septiembre de 1939, entre las cuatro y las cinco de la madrugada, Heydrich telefoneó a Naujocks y le dijo la frase en clave que ordenaba el comienzo del ataque y casi el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. La frase era: “La abuela ha muerto”.
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SE ACOSTUMBRÓ |
Se acostumbró a ocupar toda la cama al dormir, a no cocinar los domingos y a volver a la hora que le de la gana. Se acostumbró a no dar explicaciones y hacer lo que le gusta sin que nadie la critique.
Se acostumbró a comer a la media noche y a ver sus programas favoritos, a cantar en voz alta y bailar por toda la casa sin que nadie la tache de loca. Se acostumbró a recibir llamadas a cada rato y contestar mensajes muy tarde, a salir con amigos y viajar uno que otro fin de semana.
Se acostumbró al olor del café por las mañanas y a caminar descalza por el jardín, a tardar cuando le toca arreglarse y a cancelar citas a último momento sólo porque no tiene ganas de salir.
Se acostumbró a ella, a sus cosas, a su vida, a estar sola.
Se acostumbró a no esperar nada de nadie.