HIRÕ ONODA, EL TENIENTE REZAGADO
El teniente Hirõ Onoda, destinado al final de la Segunda Guerra
Mundial en Lubang, Filipinas. Los aliados tomaron la isla y Onoda y tres de sus
compañeros sobrevivieron y se refugiaron en la selva durante años.
Para ellos la guerra no había terminado y no pudieron
convencerlos ya que consideraban a todo el mundo enemigo. Uno de los tres
compañeros de Onoda, Akatsu, se rindió en 1949 informando de que en la jungla
otros tres soldados japoneses que seguían luchando, al no haber sido informados
del final de la guerra. Todos los intentos por convencerlos fracasaron.
En 1952, Asahi Shinbun, reportero japonés, se paseó por
donde se encontraban los soldados gritando: “La guerra ha terminado, salgan de
la jungla por favor”, no obtuvo respuesta. Otro de los soldados, el cabo
Shimada, murió en 1954 en una pelea con una patrulla filipina.
En 1972, el soldado Kozuka fue alcanzado en el pecho por una
bala y murió. El segundo teniente Hirõ Onoda se convirtió en el único
superviviente militar japonés en la isla. Entre 1972 y 1973, el gobierno nipón
envió delegaciones en las que se encontraban el padre y el hermano del
teniente, que distribuyeron folletos, libros, periódicos y cartas escritas por
el padre de Onoda, que pensó que era una trampa de los enemigos.
En 1973, Norio Suzuki, un joven japonés fue a la isla como
turista, buscaba al soldado japonés. Lo encontró en medio de la selva y trató
de convencerlo de que la guerra había terminado. Pero Onoda se negó a creerle y
no quiso dejar las armas. Quería recibir la orden de un superior. El turista
regresó a Japón y contó la petición de Onoda.
El que había sido su jefe directo, Taniguchi, propietario de
una tienda de libros usados en Tokio, tomo un avión a filipinas y se encontró
con su antiguo subordinado, ordenándole que desistieses de su paranoia y
volviese a la vida civil. Onoda obedeció
la orden y regreso a Japón. Habían pasado 28 años del final de la Segunda Guerra
Mundial.
El gobierno de Japón le pagó un millón de yenes para
compensar sus treinta años de servicios a la patria, él donó ese dinero al
templo de Yasukuni para la paz de los caídos en las guerras. Publicó su autobiografía
que tituló “No surender: my thirty-year war” (Sin rendición: mi guerra de
treinta años”.
En el año 1975 se fue a vivir a Brasil. En 1980, después de
leer que un adolescente había matado a sus padres, regresó a Japón y en 1984
fundó la Onoda Shizen Juku, un campamento educacional para jóvenes con sedes
por todo el archipiélago. En 1966, Onoda volvió a visitar la isla de Lubang y
donó diez mil dólares a la escuela local.
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