ROBERT COATES, UN PÉSIMO ACTOR
Robert Coates (1772-1848), apodado Romeo, según cuentan fue
el peor actor que haya habido nunca. Su incapacidad total para interpretar
cualquier papel y su cuerpo cubierto de diamantes, hizo que fuese muy popular
en Gran Bretaña.
Robert nació en las Indias Occidentales, era hijo de un rico
plantador de caña de azúcar norteamericano. Desde siempre se quiso dedicar a la
interpretación. Cuando tenía treinta y cinco años, su padre murió y con el
dinero de la herencia, compró un carruaje en forma de concha, cubierto de
diamantes y adornado con un gallo dorado que llevaba un mensaje que decía:
“Mientras viva, cacarearé”. De esa forma
entro en Bath (condado de Somerset, Inglaterra), en 1807.
Su especialidad eran las escenas en las que tenía que morir,
antes extendía un chal, de seda blanca, en el suelo, y caía encima del pañuelo.
Estas escenas eran tan largas y se recibían con tanto alboroto, que hacia
bises, y moría una y otra vez.
Sus extravagancias llegaron a oídos del director del Theatre
Royal, que lo contrató. Mientras esperaba su debut, se corrió la voz de lo “raro”
de sus actuaciones, y rápidamente se vendieron todas las localidades del
teatro.
En esa obra interpretó a Romeo. Cuando Robert entró en
escena, el público rompió en aplausos y ovaciones. Iba vestido con un jubón
azul cielo, adornado de estrellas, calzas bermellón brillante y sombrero blanco
con muchas plumas. Todo ello adornado, exageradamente con diamantes.
La obra fue avanzando con muchos tropiezos, cada vez que el
público le gritaba “kikiriki”, él paraba su actuación, ignorando a Julieta que
se encontraba en el balcón, y cacareando. El púbico le empezó a gritar “¡Fuera!
¡Fuera!”. Él, cruzó los brazos, y miró fijamente a la platea con una mezcla de
cólera y desprecio. En el último acto, Robert Coates apareció en escena con una
palanqueta para abrir la tumba de Capuleto. Poco tiempo después tuvo que
cancelar ese papel, porque ni una sola actriz quería hacer de Julieta.
Como es normal, un actor tan polémico pronto tuvo muchísimos
contratos en los teatros de Londres. En 1811, interpretando a Lotario, en la
obra “El penitente justo”, un drama de Nicholas Rowe, tardó más en morir de lo
normal. El público espero paciente a que finalizaran los espasmos, felices de
saber que sólo era el cuarto acto y que Robert pronto estaría muerto dejando el
último acto libre de su presencia. Murió y cayó el telón.
Después del entreacto, volvió a aparecer vestido de
uniforme, y anunciando que aquella noche no iba a representar el quinto acto.
En su lugar iba a pronunciar un monólogo.
Estuvo actuando durante unos años más, después se retiró de
los escenarios. Murió en Londres en 1848 después de sufrir un accidente. Lo atropellaron
y quedó atrapado entre un coche de caballos y un coche, cuando salía de actuar
en el Teatro Drury Lane, murió en su casa seis días después. Fue enterrado en
el cementerio de Kensal Green.
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