INQUISIDORES
La inquisición española fue fundada en 1478 con el objetivo
de asegurar la integridad de la fe católica persiguiendo a los musulmanes y
judíos. Los que los dirigían (como Torquemada) eran personas siniestras. Los que
estaban en las capas inferiores eran personas convencidas de que estaban
trabajando para el bien de la humanidad. En principio (siglo XVI) los miembros
procedían de la clase media rural y de la primera burguesía, con el paso del
tiempo (en el siglo XVIII) los inquisidores eran nobles.
Los inquisidores eran personas con estudios universitarios,
la mayoría juristas. Eso suponía unas grandes ventajas sociales y económicas.
La gente los odiaba, así que siempre estaban preparados para cualquier ataque
de ira de algún ciudadano enfadado.
La información la recopilaban gracias a una gran red de
“chivatos”. Cuando llegaban a un lugar, ofrecían recompensas por informarles de
las personas culpables de herejía. Después de denunciar oficialmente, empezaba
un período de gracia de 30 o 40 días para que los sospechosos preparasen su
defensa, al mismo tiempo el inquisidor preparaba la acusación. Al acusado se le
facilitaba un abogado defensor, pero no podían conocer la identidad de los que
lo habían acusado. Cuando lo interrogaban tenían que estar presentes dos
sacerdotes ajenos al caso.
Los inquisidores viajaban por todo el país para presidir los
tribunales. La sesión empezaba con una misa seguida por un edicto de gracia
para que el acusado confesara su culpabilidad. Los inquisidores eran expertos
en interrogar y confundir al acusado, era tal el acoso y la tortura, que al
final admitían su culpa.
Los inquisidores de tribunales estaban obligados a informar
de sus actividades a uno de los cinco miembros del Alto Consejo. Estos a su vez
informaban al Gran Inquisidor, quien a su vez debía informar ante el rey de
España.
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