LA CULPA FUE DEL ALCOHOL
El rey tenía algunos de esos males que el aguardiente curaba, así que el curandero decidió dárselo. Arnau envolvió al monarca en unas sabanas impregnadas del licor, las cosieron entre sí para que el contacto con el elixir fuera más intenso y permanente.
Lo que no sabía, ni se imaginaba era que mientras cosían todas las sabanas para que fuera una sola, cayera una de las luces con las que se alumbraban los criados y prendiera las sabanas. El rey Carlos murió, tal como le habían vaticinado: “Morirás a causa del alcohol”. Aunque era abstemio, murió por culpa del alcohol.
Algo parecido le sucedió al duque Antonio Ferdinando. Decidió hacerse abstemio cuando le predijeron que moriría a consecuencia del alcohol. Nueve años después, volvía de una cacería con otros aristócratas y decidió darse unos masajes con alcohol en el cuerpo, para tonificar los músculos.
La mala suerte quiso que una llama prendiese el alcohol y el duque murió como consecuencia de las quemaduras.
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