MURALLAS MEDIEVALES
Todas las ciudades medievales tenían muralla. La función
primordial de las murallas era proteger la ciudad. El sistema defensivo de los
núcleos urbanos incluía un complejo de elementos: el muro, las torres, las
puertas, los fosos, las barbacanas, etc. Era frecuente la construcción de un
recinto fortificado doble, formado por dos barreras paralelas.
La muralla era también un elemento adecuado para realizar a
su sombra diversas actividades, entre ellas las mercantiles. Era también una
barrera jurídica. Los que vivían detrás de ella gozaban de un determinado
estatus, del que carecían los que habitaban en el exterior de la muralla. Cruzar
las puertas de la ciudad suponía entrar en un ámbito jurisdiccional distinto de
lo que se derivaba, como mínimo, la necesidad de pagar unos tributos. Las puertas
eran centros de percepción fiscal.
Por esa razón, los gobiernos estaban muy interesados en
vigilarlas, cuidando su cierre nocturno, y procurando, evitar que hubiera
agujeros en la muralla, ya que por ellas podía entrar gente que escapase a las obligaciones
establecidas.
Las murallas eran, al margen de sus funciones militares,
económicas y jurídicas, la fachada externa de una ciudad, su carta de
presentación. Frente a los enemigos la muralla se cerraba a cal y canto, y desde ella se
disparaban flechas. En ocasiones solemnes los muros se engalanaban y de ellos
salían músicas festivas.
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