ESTORNUDO
Durante siglos y siglos, el ser humano ha creído que a
través del estornudo se escapaba una parte del alma, haciendo un sobresfuerzo
para retenerlo, o al menos neutralizar cuando al final se escapaba.
Aristóteles e
Hipócrates decían que el estornudo era la reacción de la cabeza contra una
sustancia extraña ofensiva que se introduce por la nariz, dándose cuenta que,
cuando se asociaba a una enfermedad, presagiaba la muerte, por eso aconsejaban
neutralizarlo con bendiciones como: “Larga vida para ti”, “Que goces de buena
salud” y “Que Zeus te guarde”.
Muchos romanos pensaban que cuando una persona estornudaba,
el cuerpo intentaba expulsar los espíritus siniestros de enfermedades que
surgirían en el futuro, por lo que desaconsejaban retener los estornudos. Así,
el estornudo era seguido de toda clase de bendiciones e invocaciones. Esta costumbre
se mantuvo durante siglos, hasta que en el año 591, coincidiendo con una
epidemia que asolaba Italia, uno de cuyos primeros síntomas eran los estornudos,
el Papa Gregorio I aconsejó a los creyentes cristianos que, ante un estornudo,
hiciesen de inmediato una invocación como “Jesús” o “Que Dios te bendiga”.
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