21 de agosto de 2022

EL MONASTERIO DE MONSERRAT Y MADAME D'AULNOY


Madame D’Aulnoy (1651-1705) fue una escritora francesa, además de ser conocida por sus cuentos de hadas, también lo es por su relato del viaje a España, escrito en 1679.

Sobre el Monasterio de Monserrat dijo:

“…—Yo no sabía esto — le dije; —pero una prima mía, que ha estado en Cataluña, me hablaba de un arroyo cuyas aguas incoloras hacían ver dorados cuantos objetos se introducían en su corriente. —También lo he visto, señora —prosiguió D. Federico de Cardona, —y recuerdo que un hombre muy avaro y no escasamente loco arrojaba todos los días al cauce monedas de plata para convertirlas en oro; pero como podéis imaginar, se arruinó en lugar de enriquecerse con tal procedimiento.

Si regresáis a Francia por el camino de Cataluña, veréis el arroyo de que hablo. —No será este prodigio lo que allí me lleve le respondí, —sino el deseo que tengo de visitar la montaña de Montserrate. —No dista mucho de Barcelona, dijo el caballero y es lugar venerado por los devotos; las rocas de su cresta presentan la forma de una sierra y la mole toda parece de la cumbre a la falda serrada, formando en muchas partes no ya empinada y riscosa cresta, sino lisa pared; la iglesia del convento es pequeña y oscura; se ve la imagen de la Virgen algo morena y considerada milagrosa, con el resplandor de 86 lámparas de plata.

El altar costó a Felipe II 30.000 escudos, y allí acuden los peregrinos desde todas las partes del mundo. Este santo lugar está rodeado por muchas ermitas habitadas por solitarios muy piadosos y enardecidos en su celo cristiano.

Son estos ermitaños en su mayoría personas de alto nacimiento que han abandonado el mundo después de conocer sus falsías y viven extasiados en su dulce retiro, aunque su residencia es dificultosa, pues sólo se puede llegar a sus hogares por peligrosos caminos abiertos en la roca. En aquellas cumbres se goza de una vista muy espléndida, se hallan con frecuencia sonoros manantiales que riegan los pequeños jardines cultivados por aquellos religiosos, y se respira un aire fresco y puro impregnado de sentimientos religiosos y devota soledad”.

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