15 de enero de 2021

MADAME D'AULNOY Y LAS VIUDAS ESPAÑOLAS

 

Marie-Catherine le Jumelle de Barnerville, Baronesa D’Aulnoy, conocida como Madame D'aulnoy, (1651-1705) fue una escritora francesa, además de ser conocida por sus cuentos de hadas, también lo es por su relato del viaje a España, escrito en 1679.

Sobre las viudas españolas dijo:

“Se nos echó encima la noche, y estábamos ya en tal punto que ni podíamos adelantar gran cosa ni retroceder hasta Burgos; nos detuvimos en Madrigalesco, aldea que no cuenta más de doce casas; afortunadamente, nosotros llevábamos provisiones para muchos días. La mejor casa estaba solo a medio cubrir, y acababa de alojarme yo en ella cuando un viejo venerable se me presentó diciéndome que, siendo aquel sitio el único donde más decentemente podía recogerse una dama, en nombre de aquella que acompañaba me rogaba que la permitiese permanecer allí conmigo, asegurándome que la tal señora era mujer de calidad, andaluza, viuda reciente y que iba sola.

Uno de nuestros caballeros, D. Esteban de Carvajal, también andaluz, preguntó al viejo el nombre de la dama, y al saber que era esta la marquesa de los Ríos, se dirigió a mí, me hablo de ella ensalzándome su mérito singular y noble nacimiento. La marquesa vino luego en su litera, de la cual no se había apeado por no haber tenido la dicha de hallar hasta entonces una casa donde pudieran hospedarla.

Su traje me pareció muy singular, es preciso ser tan hermosa como la marquesa para conservar algunos encantos envuelta en aquellas negruras. Negra era la toca, negro el vestido, negra la batista sin pliegues que caían más debajo de las rodillas, negra la muselina que le circulaba por el rostro y le cubría la garganta, ocultando en absoluto su cabellera; negro el manto de tafetán que hasta los pies la tapaba; negro el sombrero, de anchas alas, sujetado por debajo de la barba con cintas de seda negra.

Me han dicho que el sombrero solo se usa viajando. Tal es el traje que visten las viudas y las dueñas, capaz de imponer miedo al más valiente, pues se hace a la vista insoportable. Sin embargo, la joven marquesa estaba muy hermosa con su incómodo luto, el cual no se lo quitan las mujeres hasta que vuelven a casarse, y entre las muchas cosas que las viudas se ven precisadas a tener en cuenta en este país, se las obliga a llorar la muerte de sus maridos, a quienes algunas veces no habrán amado mucho en su vida.

Ha sabido que las mujeres pasan el primer año de luto en una habitación tapizada de negro, donde no se deja entrar un solo rayo de solo, y se sientan con las piernas cruzadas sobre un pequeño almohadón de tela de Holanda; al terminar este año se retiran a otra habitación cuyas paredes tienen tapices bastante más claros, pero exentas de cuadros y espejos, de los que no hacen uso las viudas, como tampoco de los servicios de plata ni de los muebles de lujo; es preciso que vivan tan retiradas que parece pertenecer a otro mundo; estas contrariedades son causa muchas veces de que las damas ricas vuelvan a casarse para disfrutar libremente de sus riquezas”.

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