28 de enero de 2021

DEVAIR ALVES FERREIRA Y LOS RESIDUOS RADIOACTIVOS

 

En 1987, dos hombres entraron en una clínica médica que estaba abandonada en Goiânia, Brasil, su intención era robar. Robaron un recipiente que pensaban era muy valioso. Pasaron los días y empezaron a sentirse mal: mareos, vómitos, diarrea… No lo sabían pero habían robado residuos radiactivos, utilizados para tratar pacientes con cáncer.

Devair Alves Ferreira, chatarrero, les compró el recipiente, estaba intrigado por el resplandor azul que desprendía en la oscuridad, además, invitó a familiares y amigos a que lo contemplasen. Todos tocaron el polvo y lo untaron en sus cuerpos, tomando restos de cloruro de cesio radioactivo.

Pasado un mes, la esposa de Ferreira, su sobrina de seis años y dos de sus empleados murieron por el síndrome de radiación aguda. En total, doscientas cuarenta y nueve personas fueron contaminadas.

La dosis de radiación, que se mide en sieverts, se calcula teniendo en cuenta el tipo de radiación y el área del cuerpo que ha sido irradiada. Todas las víctimas mortales recibieron entre 4,5 y 6 sieverts en unos pocos días. Una gran dosis, ya que al año recibimos unos 2,4 milisieverts de fuentes naturales. El umbral de la muerte es de unos dos sieverts, y la muerte es casi segura a los seis sieverts. Ferreira recibió siete y sobrevivió.

Murió en 1994 como consecuencia de una cirrosis hepática alcohólica. Nadie sabe cómo pudo sobrevivir a la radiación. Algunos dicen que lo más probable es que pasó más tiempo fuera de su casa que su esposa, lo que le dio a las células de su cuerpo más tiempo para reparar el daño causado.

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