8 de diciembre de 2020

EL APETITO VORAZ DE CARLOS I

 

Carlos I de España tenía un apetito voraz, este apetito le causaba indigestiones, desarreglos en el estómago. Sus cartas y las de sus servidores están llenas de instrucciones, quejas y demandas, en virtud de las cuales nunca faltaban en la despensa y cueva de aquel modesto Monasterio de San Jerónimo de Yuste los pescados de todos los mares, las aves más renombradas de Europa, las carnes, frutas y conservas de todos los lugares del mundo. Comía ostras frescas del centro de España, cuando en España no había ni caminos carreteros.

La gente a su alrededor procuraba que no le faltaran sus manjares preferidos. Los correos de Lisboa a Valladolid rodeaban su camino para dejarle pescado de mar en Yuste, donde él se encontraba. Recibía el corregidor Placencia las órdenes más estrechas de Valladolid, a fin de proveerse al emperador en cuanto pidiese.

Las monjas españolas, tan diestras en el arte de la confitura; los prelados con sus despensas repletas de alimentos; los nobles le mandaban regalos de comida. Valladolid le regalaba sus pasteles de anguila, Zaragoza sus terneras, Ciudad Real su caza, Gama sus perdices, Denia sus salchichas, Cádiz sus anchoas, Sevilla sus ostras, Lisboa sus lenguados, Extremadura sus aceitunas, Toledo sus mazapanes y Guadalupe cuantos guisos inventaban sus cocineros.

0 comentarios :