28 de noviembre de 2020

EL TESORO DE ALÍ MOHAD

 

Cuenta la leyenda que en Valencia, en tiempos del Cid, vivía un rico usurero llamado Alí Mohad, a él acudían reyes y otros nobles árabes para pedirle prestamos y poder pagar los caros tributos impuestos por el Cid.

Alí Mohad pensaba que prestar su dinero a esos arruinados nobles, le llevaría a su propia ruina, así que abandonó Valencia. Cargó sus riquezas en unas mulas y se fue a Segorbe, donde los antiguos nobles árabes estaban tan arruinados como los valencianos y acudieron a él para que les prestara dinero. Alí no accedió a sus peticiones y salió a escondidas de Segorbe.

Llegó a Jérica, donde las cosas fueron igual de mal, todos tenían los mismo problemas que sus vecinos. Se volvió a marchar, esta vez al valle del río Jiloca, donde escondió sus riquezas y evitó que se esfumasen en manos de unos arruinados o que acabasen en manos de los cristianos.

En los alrededores de Monreal, en un lugar solitario, encontró una gruta, conocida como el Caño del Gato, que le pareció ideal para esconder sus tesoros. Con la ayuda de algunos albañiles árabes, a los que pagó muy bien para que no volviesen al lugar una vez que terminasen su trabajo, Alí Mohad convirtió el interior de la montaña en un verdadero palacio. Allí vivió durante muchos años disfrutando de la compañía de doce bellas esposas. Cuando no estaba con ellas, Alí se entretenía en guardar su dinero en bolsas de piel de gato.

Pasado el tiempo, Alí se dio cuenta de que cada vez había más gente merodeando por el lugar. Cuentan que entonces cerró herméticamente la entrada de la cueva-palacio. Algunos dicen que fue los movimientos de la tierra la que cerró la entrada para siempre.

Muchos han sido los que han intentado encontrar la entrada del palacio subterráneo para apoderarse de los tesoros de Alí Mohad. Únicamente han encontrado huesos humanos y pellejos de gato.

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