24 de septiembre de 2020

LA LEYENDA DEL CROISSANT

 

En el año 1683 los turcos, que habían conquistado Hungría y todas las naciones que recorre el Danubio, pusieron cerco a Viena, último baluarte que la cristiandad oponía a las hordas turcas.

A pesar de sus repetidos asaltos, éstas no habían conseguido quebrantar la resistencia de los vieneses. Los turcos decidieron entonces tomarlos por sorpresa; idearon socavar el terreno, a fin de que una trinchera o corredor pasara por debajo de las murallas, hasta desembocar en el centro de la ciudad.

Para no ser descubiertos trabajaban solo por la noche, pero no se habían percatado que los panaderos también trabajaban a esas horas. Éstos oyeron el ruido que hacían los turcos con las palas y picos, y dieron la voz de alarma. De manera que los defensores fueron los que sorprendieron a los turcos, obligándoles a levantar el sitio, y Viena fue salvada gracias a sus panaderos.

El emperador, en recompensa, les concedió honores y privilegios; el derecho de usar espada al cinto fue el más apreciado. Los panaderos agradecidos, inventaron dos panes; uno al que le pusieron el nombre de emperador, y otro, al que llamaron “croissant”, o sea media luna, como mejor mofa del emblema de los turcos.

La española María de Escobar, esposa de Dio Chaves, fue la que llevó los primeros granos de trigo a América. Estos granos, sembrados en el jardín de su casa de Lima, dieron origen a la gran riqueza triguera de la Argentina, una de las mayores cosecheras de trigo del mundo.

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