9 de julio de 2020

FELIPE II Y SUS SÚBDITOS


Felipe II nunca fue blanco de los asesinos. Sus súbditos le admiraban y siempre paseó entre ellos, por campos desiertos o calles concurridas, solo y desarmado. Al rey le gustaba ese contacto informal y sencillo con su gente.

Todos los días al volver de la iglesia se paraba a escuchar las demandas y quejas de la gente humilde que venían a verle. Cuando viajaba por sus reinos no le importaba compartir agua con una anciana, como hizo cuando se dirigía a Portugal en el año 1580; comer bacalao que le ofrecía un grupo de pescadores en Valencia en 1585; o asistir a unas conferencias públicas con sus hijos, como ocurrió en Valladolid en 1592.

Vestía de forma sencilla y casi siempre de negro. Eran tan meticuloso con su limpieza personal que estrenaba un traje al mes, pero siempre con el mismo diseño y color. Según algunos, parecía un caballero acomodado o un burgués en lugar de un rey.

El desagrado del rey por la pompa y la ostentación no se limitaba a la manera de vestir. A lo largo de su reinado se creó un mundo propio para refugiarse del mundo exterior. Deseaba con ansiedad mezclarse con el resto de la humanidad y evitar que se le identificara como el hombre con más poder y responsabilidad del mundo.

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