21 de abril de 2020

LAS COSAS DEL ESPECTÁCULO


Ethel Barrymore, actriz de Broadway, desempeñó frecuentemente papeles reales en sus obras de teatro y cine. En una de sus películas silenciosas, hacia el papel de princesa rusa. Entre los extras se encontraba un emigrado ruso, sastre de profesión. Era León Trotsky, quien llegó a ser uno de los jefes de la Revolución Bolchevique, que puso fin a la realeza en Rusia.

La manera más económica de maquillarse utilizada por los actores es la que se conocía en Inglaterra como “maquillaje de Sadler Wells”. Todo lo que un actor necesitaba para este maquillaje era un par de latas de tabaco vacías en las que echaba un poco de pintura que raspaba de las paredes; eso era lo que usaba para pintarse la cara. Para las sombras, el actor se limitaba a pasar sus dedos por la repisa de su tocador y aplicaba directamente el polvo acumulado en su cara.

A mediados de la década de 1960, el director y productor de películas Stanley Kubrick quería una póliza de seguros de Lloyd’s de Londres que le cubriera contras las pérdidas que ocasionaría el descubrir inteligencias extraterrestres antes que terminara y distribuyera su película de anticipación: 2001: Odisea del Espacio. Lloyd’s no quiso correr el riesgo.

El príncipe de Gales, amante de la diversión y que años después fue coronado como el rey Eduardo VII, era muy aficionado a las bromas pesadas. En una ocasión subió al escenario para desempeñar el papel de cadáver en una escena de Fedora, de Sardou, cuando Sarah Bernhardt lloraba sobre el cuerpo de su amante asesinado. Sarah y el príncipe eran viejos amigos. Con motivo de su coronación, fue invitada a formar parte de un grupo de bellas damas amigas del nuevo rey, las cuales estaban sentadas en lo que se llamaba “La Casilla Libre del Rey”.

Hasta 1959 no se había representado en Broadway una obra escrita por una mujer negra. Una Pasa al Sol, de la escritora de veintinueve años Lorraine Hansberry, sobre los problemas (serios y cómicos) de una familia de negros en la moderna Norteamérica, fue todo un éxito y la llevaron también al cine.

En el año 1929, dos años después de la introducción de las películas con sonido y diálogos, en los Estados Unidos esas películas atraían a 100 millones de espectadores cada semana.

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