4 de julio de 2018

LA BALA Y EL EMBARAZO


El 14 de noviembre de 1874, en Vicksburg, Estados Unidos, el doctor Legrand G. Capers  (1834-1877) publicó un artículo en la revista médica American Medical Weekly en el que aseguraba haber presenciado un suceso que le cambió completamente la vida.

Según él, en la batalla de Raymond, al lado del río Mississippi, Guerra Civil Americana, el 12 de mayo de 1863, el doctor, que participaba en la batalla como cirujano, llegó a la posición de un soldado que conocía el cual estaba herido de bala. La bala le había atravesado el escroto arrancándole casi de cuajo el testículo izquierdo.

Al mismo tiempo en una casa cercana, entre el sonido de los disparos, el doctor escuchó los gritos de una chica. Al acercarse, una joven de 17 años, se dio cuenta de que también tenía una herida de bala en el abdomen.

Seis meses después el médico volvió a Raymond y se encontró con que la chica herida de bala estaba embarazada. Después de hablar con ella, le confesó que no había tenido relaciones sexuales con ningún hombre. El doctor no la creyó.

A los nueve meses, llegó el momento del parto y la chica seguía defendiendo su virginidad. Dio a luz un niño de más de tres kilos y medio. El niño no dejó de quejarse desde que nació, su abuela ntó algo raro en los genitales del bebé, llamaron al doctor y diagnosticó un escroto agrandado y con algo duro y rugoso dentro, semanas después el doctor operó al bebé. La operación fue un éxito, un éxito con sorpresa final.

El bebé tenía dentro de su escroto restos de bala, una bala idéntica a las utilizadas por el ejército enemigo en la batalla de Raymond, una bala igual a la que le había quitado del testículo al soldado. El médico llegó a la conclusión de que la bala fue la que dejó embarazada a la chica, ya que los dos se encontraban en la misma trayectoria de la bala. El médico le notificó al soldado su paternidad.

El militar fue a ver a su supuesto hijo y a la madre. El encuentro fue un auténtico flechazo que terminó en boda. Tuvieron más hijos, está vez a la manera tradicional.

Tiempo después, la revista contó que todo era mentira y había sido una broma del doctor, que ni negaba ni afirmaba la inverosímil historia. Según el médico, esa historia, se la habían contado a él y se la hizo propia.

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